Ya lo dijo Carmen Calvo, ministra del PSOE, en lo que se justificó como un lapsus. «Estamos manejando dinero público, y el dinero público no es de nadie». Claro que entonces era hace 10 años, es decir, cuando éramos ricos y ‘nadie’ parecía cuestionarse que con el dinero público no se juega… La caída del magistrado Carlos Dívar cuando ya mirábamos la pela con lupa puso en el ojo del huracán los viajes de políticos y autoridades del Estado a cargo del erario público. Ahí también caímos en la cuenta de la débil frontera entre lo público y lo privado, la falta de control o la poca trasparencia que hasta entonces rodeaba a unas autoridades que desde ese momento no han parado de perder autoridad. Ahora nos dicen que sus señorías –diputados y senadores– viajan gratis en el ejercicio de sus funciones. Gratis no, habría que precisar, pues sale de las arcas públicas: de sus bolsillos y de los míos, para que nos entendamos. En barco en elefante en tren… cual Willy Fog ‘apostador’. Y todo ello sin tener que justificar nada porque no tienen obligación.
Los viajes de mi paisano Monago –por aquello de que ambos somos extremeños– no son más que la punta del iceberg… justo la semana en la que un vecino me preguntaba si el año que viene, electoral como pocos, volverá el presidente Sanz a ‘hacer las Américas’, y justo días después de que la alcaldesa Gamarra viajase a Colombia a participar en un congreso latinoamericano, del que hemos sabido cuando la oposición ha denunciado. No se dan cuenta de que la trasparencia no se predica, sino que se practica, y que no sólo tenemos derecho a saber dónde van, sino a qué van, con quién y cómo lo pagan. Hubo un tiempo en el que todos aspirábamos a los viajes gratis del ‘Un, dos, tres’ o de ‘El precio justo’. El caso es que tantos años después de que Mayra Gómez Kemp y Joaquín Prat lo dejasen, algunos se empeñan en seguir jugando.