Vale que Esther Herranz no quiera volar en clase turista, que las esculturas pagadas por el Ayuntamiento de Logroño sigan sin aparecer o que me convoquen a las urnas aun sabiendo que mi voto igual no vale lo mismo que el de mi vecino…
Vale que nuestros políticos sean el problema y no la solución, que no renuncien a cambiarse las gafas o sacarse una muela con el dinero de todos o que presuman de obra pública con la de sobrecostes que con el tiempo acaban saliendo a la luz…
Lo que no vale es que encima tales o cuales siglas reciban tanto o cuanto por cada voto recibido como… ¿compensación a los gastos electorales de los partidos?
Resulta que antes, cuando todavía no estaba empadronado en Logroño, mi voto suponía 57 céntimos a la Administración regional (entonces la Junta de Extremadura); mientras que hoy, ahora que votaré por primera vez aquí (si lo hago, claro), mi papeleta está valorada en 88 céntimos (a cuenta del Gobierno de La Rioja)…
Creo que vote o no, como mínimo alguien debería compensarme con los 31 céntimos de diferencia que hay entre votar en Extremadura o votar en La Rioja… aunque solo sea por todas y cada una de las razones con las que he acompañado cada ‘vale’ en los dos primeros párrados de este post.