Créanme si les digo que hubiese preferido ahorrarme este post. De hecho, he estado sopesando desde esta misma tarde la conveniencia o no de su publicación… y aquí me tienen. ‘No puedes pasarlo por alto’, me ha estado diciendo mi conciencia durante horas. ‘Tienes razón, no puedo obviarlo’, la he respondido en cuando el trabajo me ha dado un respiro.
Justo cuando a eso de las 16 horas me dirigía al Ayuntamiento de Logroño para entrevistar a los vendimiadores me he topado con una situación sangrante, lacerante, desgarradora… propia de otros tiempos, falta de toda sensibilidad, en definitiva, vergonzosa y vergonzante.
Resulta que la vendimia ya ha comenzado como cada año a atraer a no pocos grupos de inmigrantes en busca de jornal y las altas temperaturas de estos días hacen que muchos de ellos pasen las horas de siesta en ‘oasis’ urbanos como el parque del Carmen. Tumbados, charlando, fumando un cigarrillo tranquilos a la espera de que les sonría la fortuna.
Hasta ahí todo normal… Lo que ya no me parece tan normal es ver a dos agentes de la Policía Local pidiendo papeles, concretamente a quien con su maleta a un lado únicamente parecía pasar la parte del día de más calor a la sombra de un árbol sentado en un banco.
Quizás me equivoque y la escena obedecía a otros motivos, pero con los precedentes que hay a uno le escaman estas actuaciones. Y es que, como ya escribí en su momento, que no me digan ahora que es mentira. Redadas selectivas, controles de identificación… una y otra vez, una y otra vez… en definitiva, mayor presión policial hacia al inmigrante, hacia el diferente, hacia el que viene de fuera sin más motivo que el color de su piel. Sí, señores, está pasando. Pasa cada día… en cada esquina. A la puerta de su propia casa.
No me cansaré de repetir que los controles de identificación basados en “perfiles étnicos y raciales” no solo son ilegales sino que traspasan la frontera de los tan traídos y llevados derechos humanos… curiosamente con esos con los que se les llena la boca a quienes mandan a esos mismos policías.
Créanme… o no.