Yo estuve allí; Alalam, también. Yo estaba con Juan Marín; él, con tres compatriotas marroquíes más que habían llegado esa misma tarde en vehículo privado desde Gandía. Ambos esperamos algo así como una hora a que abriesen las puertas del polideportivo, aunque por distinto motivo… y ahí terminaron nuestras semejanzas.
Atendidas las demandas de alojamiento de 120 temporeros en el ‘General Espartero’ de Logroño, yo me fui a domir a mi casa, donde mi mujer me esperaba, mientras que Alalam me dijo que iba en busca de alguna gasolinera donde pasar la noche. Juanito le ofreció un cigarrillo que él, como buen musulmán, rechazó dando las gracias. El resto hizo lo mismo.
“Putada, tío, el ‘jefe’ ha cogido a otros”, acertaron a decir sus compañeros de fatiga… “Vamos a Nájera”, dijo Alalam antes de estrecharnos la mano y desaparecer por el primer semáforo en verde. Los caminos del Rioja pasan por Nájera, pensé entonces. Hoy, una semana después, lo confirmo: los caminos del Rioja claro que pasan por Nájera… los de la desvergüenza, también.
P.D.
¿Cómo pueden ayuntamientos como el de Nájera no tomar medidas (humanitarias) y mirar para otro lado mientras centenares (sí, sí, han leído bien: centenares) de inmigrantes se ven obligados a vagar por calles y plazas ante la falta de alojamiento y manutención en una vendimia que encima no les necesita?