No fue procesión dominical, sino un martes de semana cuasi-festiva. No se desarrolló cuando la ciudad duerme, sino cuando las calles son un ir y venir de gente. No fueron rezos en voz alta, sino lemas profanos escritos en grandes letras. No fue ninguna cofradía religiosa la que convocó, sino sindicatos laicos que responden a las siglas de CCOO, CSIF y UGT. Eso sí, las dos terminaron igual. Igual de mal, se entiende.
Sólo unos días después de la polémica originada en torno a la procesión del rosario de la aurora (saldada con varias llamadas a la Policía de vecinos incapaces de volver a conciliar el sueño tras ser sacados de la cama a altas horas amén del posterior cruce de declaraciones a favor y en contra), la otra ‘marcha’ de la semana, la manifestación del 8-J, acababa como el rosario del mismo nombre…
La huelga se quedó en amago pero entre unos y otros sí que se dieron. A golpe de pancarta, echando pestes mutuamente y entonando aquello del ‘nunca máis’. Lo vivido durante el paro de empleados públicos en Logroño y su repercusión mediática debería servir a los protagonistas para darse cuenta de lo que una gran mayoría, siguiendo el dicho popular, ya sabíamos: que la unión entre CCOO y UGT con CSIF no podía traer nada bueno. Hay cosas que, ya de antemano, es fácil intuir que no van a salir bien.
La imagen de los ya famosos ‘pancartazos’ del 8-J, en esta ocasión, es del compañero y amigo Juan Marín…