>

Blogs

Nuestro Bolsillo

Nuestro bolsillo

Carne que sólo es media carne

Los lineales de los supermercados son una fiesta para los amantes de la carne. La hay de todos los tipos, procedencias y precios. Local, de importación, especiada, preparada… Y también la hay que no es carne. O que, si uno lo mira, resulta que sólo es media carne.

Los preparados cárnicos ocupan cada vez más espacio en las estanterías. Son una opción aparente: amplia fecha de caducidad, sabor y textura agradable y consistencia a lo largo del tiempo. «El sabor es siempre el mismo, sea cuando sea que lo compremos. Si a los niños les gusta… siempre les va a gustar». Lo dice la doctora Nuria Ugarte, médico especialista en nutrición y estética.
Pero el consumidor no avisado corre el riego cierto de pensar que está comprando carne. Algunos de esos productos sí utilizan nomenclaturas como «fiambre de…», pero otros directamente se anuncian como «lomo» o «magro», sin más. Un vistazo a la letra pequeña (la composición) enseña lo que en realidad son: productos elaborados, con un contenido real en carne de alrededor del 50%.

¿El resto? Agua, féculas, proteínas lácteas o vegetales, lactosa, azúcar conservantes, colorantes, antioxidantes, estabilizantes… y mucha sal.
«No son productos muy recomendables para una alimentación sana o de calidad», explica Paula Fernández, dietista-nutricionista. Y Ugarte coincide: «No se puede comprar esto todos los días. No pasa nada si lo tienes en casa y, en un apuro, lo usas. Pero no puede ser de consumo habitual ni la base de la alimentación».

 

 

¿La razón? Por ejemplo, cinco filetes de «fiambre de magro» alcanzan la cantidad de sal que los profesionales recomiendan para toda una jornada. Y así, con el resto. Lo advierte Nuria Ugarte: «El consumo exagerado de productos elaborados causa muchos problemas. El exceso de sal ayuda a la hipertensión, las grasas saturadas a la hipercolesterolemia, los azúcares a la intolerancia a la glucosa, la prediabetes o la diabetes…».

Fresco y natural

Esta alimentación no es, en general, tampoco barata. Un ejemplo: el «Lomo adobado» de El Pozo, adquirido en un supermercado logroñés la semana pasada, costaba 2,88 los 350 gramos (aunque incluía otros 52 «gratis». Eso da un precio de 8,22 euros el kilo. En ese mismo supermercado había cinta de lomo de cerdo a 6,45 euros el kilo.

«Tenemos que comprar estos productos, si lo decidimos, sabiendo lo que son», advierte Paula Fernández. «Que no nos engañen las industrias y que sepamos lo que comemos». Pero aunque un consumo ocasional de estos productos no debería ser perjudicial, los especialistas recomiendan otra cosa. «La base debería ser una alimentación no procesada, a base de productos frescos y naturales», explica Fernández.

Que advierte, además, de una derivada: estos preparados están entre los preferidos para los más pequeños. «Estamos acostumbrando a los niños a comer sabores muy fuertes, productos con mucha sal y azúcar. Y eso es una muy mala costumbre para el futuro». Y Ugarte remacha: «Nuestros hijos no van a tener la referencia que teníamos nosotros, de los sabores que comíamos en casa de nuestras madres. Si sustituimos esa referencia por estos productos, en el futuro tendrán problemas de salud».

 

Por Pablo Álvarez
PD: La idea del artículo nació de la lectura de este post de AdelgazarSinMilagros

Temas

Blog de consumo de Diario La RIOJA

Sobre el autor

Comprar sin saber por qué no es buena idea. Descubramos juntos más cosas... y cómo dejar de hacerlo. Por Pablo Álvarez y Martín Torres


abril 2015
MTWTFSS
  12345
6789101112
13141516171819
20212223242526
27282930