Los lineales de los supermercados dedicados a café han cambiado mucho en los últimos años. El espacio destinado a los paquetes «de toda la vida» va quedando poco a poco reducido, mientras ganan espacio los paquetes de cápsulas para máquinas tipo «Nespresso» o similares. Y no es por nada: el mercado del café encapsulado crece a ritmos anuales constantes de cerca del 30% desde el 2010. Cuando un producto impacta así en un sector que parecía saturado es evidente que algo nuevo ofrece.
Pero también que eliminando el impacto de un márketing y unos canales de distribución tremendamente acertados, hay aspectos que suscitan dudas en el consumidor. Algunas justificadas, otras descaminadas… y otras absurdas
La respuesta es fácil: sí. Y comparados con otros métodos de elaboración, mucho. Un estudio de la web Xataka.com sobre lo que cuesta elaborar un café en casa con los distintos sistemas (incluyendo aspectos como la amortización de la cafetera) arrojaba pocas dudas: un café salido de una cafetera italiana sale a unos 7 céntimos. Un «Nespresso» (dependiendo de la gama), alrededor de 45.
Si un café individual parece caro, el precio por kilo da un susto peor: un kilo de café (hay muchos precios, pero tirando por el valor medio) ronda los 9 euros y pico. Un kilo de café Nespresso (a 5 gramos la cápsula de 0,36 euros) llega a 72 euros.
No. Es cierto que las cápsulas de café tienen hasta 10 veces más furano (un elemento potencialmente cancerígno) que, por ejemplo, un café soluble. Lo afirmaba un estudio de la Universidad de Barcelona: el furano es un elemento que aparece en el tueste, pero que es bastante volátil. Por eso se conserva más en el entorno cerrado de una cápsula de café. Eso sí, el estudio también concluye que los niveles de furano son, hasta en las cápsulas, muy inferiores a lo peligroso: haría falta tomarse 20 cafés de cápsula al día (o 200 solubles) para alcanzar los niveles máximos tolerables.
Pues no. Es un bulo de Internet bastante extendido: la presión de las máquinas (hasta 50 bares, dicen) desprende el aluminio de las cápsulas y lo disuelven en el café, lo que habría llevado a su prohibición en Alemania. Todo falso: ni las máquinas tienen tanta presión (se quedan en 19 bares) ni lo han prohibido en ningún sitio.
Más bien no. Nespresso recoge cápsulas usadas en sus tiendas oficiales, y cuenta con un sistema de reciclaje propio. No hay datos sobre el volumen de cápsulas recogidas comparado con el de unidades vendidas, pero no parece demasiado extendido. Y donde no hay tienda oficial, no hay posibilidad de reciclaje: los sistemas españoles de reciclaje (los contenedores) no pueden reciclar esas cápsulas de aluminio. Resulta evidente que el uso de cápsulas de café genera una cantidad de residuos mucho mayor que el de un café normal.