El supermercado es una selva. Y en ella el consumidor no es precisamente el tigre emboscado, sino más bien la presa. O más bien su cartera: si no anda precavida se la comerán. O lo que es peor, le engañarán, y dentro de la ley.
En los últimos días muchos consumidores han respondido a la propuesta de la Organización de Consumidores y Usuarios, OCU, en las redes. Bajo el hashtag #EtiquetasTrampa, la entidad pedía ejemplos de esos etiquetados que tanto abundan. Todos legales, sí, pero también todos ligeramente fulleros. Y varios, algo más que ligeramente.
Algunas de estas etiquetas tienen los días contados. Como, por ejemplo, la de «Danone para beber», un producto cuya etiqueta es orgullosamente protagonizada por un par de frescas fresas… que son lo más cerca que va a estar un consumidor de esa fruta, porque el producto no lleva absolutamente nada de fresa.
Una reciente sentencia del Tribunal de Justicia de la UE prohíbe que las etiquetas sugieran un ingrediente que el producto no contiene. El problema es que la sentencia no marca cantidades mínimas: basta que el producto lleve «algo» de lo que sugiere para poder seguir vendiéndose.
Así, por ejemplo, la Crema de Bogavante de Knorr seguirá siendo legal: podrá llamarse así, e incluir en su decoración un lustroso crustáceo junto a un humeante cuenco, a pesar de que en su composición haya exactamente un 0,5% de bogavante. De hecho, el bogavante es el último en el listado de los ingredientes de este preparado. O sea, que por mucho que dé nombre al producto, el bicho es lo menos abundante en su composición.
Los hay peores. O casi. Entre los ejemplos aportados en las redes sociales está el de los Actimel ‘Pro-Vital’. En su etiquetado pone, bien visible, que cuentan con ginseng, aprovechando la buena fama (algo exagerada) de las propiedades de esta herbácea. Y, efectivamente, en el interior de este producto lácteo hay ginseng: el 0,1% exactamente.
Lo curioso de ejemplos como éstos es que los propios productos (obligados en parte por la ley, evidentemente) quitan en su parte trasera lo que dan en la delantera. Por eso la lectura es más que aconsejable: pararse ante el lineal, darle la vuelta al producto y leer siempre es una buena costumbre. Sobre todo para evitarse sorpresas.
Los ejemplos son casi infinitos. Como un lácteo llamado «Cacao Dessert» (postre de cacao, traducido literalmente) que tiene un 1% de cacao desgrasado. Marca MilchFrisch, a la venta en Lidl. O una «Leche de Almendras» de Asturiana, que de leche no tiene absolutamente nada… y de almendras el 2%.
En fin, entre los ejemplos aportados en redes sociales también hay algunos que, en realidad, obedecen a un error. Aunque sea un error genial. El mejor, la ya famosa «Chuleta gallega» vendida en Supermercados BM. Su etiqueta decía que esta vaca galega había nacido, crecido, muerto y sido despiezada en… Alemania. Era un error del etiquetado, en realidad.
Pero por qué será que ya ni eso parecía increíble…