Cuando en nuestro entorno económico hay inflación, los bienes y servicios valen cada vez más y con el mismo dinero que el año anterior podemos comprar menos cosas. Es decir, si tenemos una inflación del 8% lo que el año pasado valía 100, hoy cuesta 108. Para comprar el mismo bien o servicio tenemos que gastar más y rascarnos más el bolsillo. Si, al contrario, en nuestro entorno económico hay deflación, los bienes y servicios valen cada vez menos y con el mismo dinero que el año anterior podemos comprar más cosas.
Dicho así, la primera idea es gritar ¡viva la deflación! Pero nada es lo que parece ni es oro todo lo que reluce.
Todo en exceso es perjudicial y no digamos estos dos efectos económicos. Buena prueba de ello es el crack del 29 en EEUU. Corrían los felices años veinte y una desmesurada especulación campaba a sus anchas. Jugaban con la inflación futura. Se lanzaron a comprar terrenos, entre otras cosas, que aumentaban de valor sin motivos aparentes. ¿Les suena? ¿España 2007? El gigante con pies de barro dio paso a la caída de la bolsa y a la “gran depresión”. Todo lo que sube baja y vino la deflación y con ella más de doce millones de parados.
La deflación hace bajar los precios, bajan los salarios, disminuye el consumo y la producción. Las empresas recortan gastos y aumenta el paro. Los ingresos disminuyen pero las deudas son las mismas. Entramos en impago (default).
Los economistas se han inventado una fórmula para medir el nivel de inflación o deflación de nuestra economía. Lo llaman IPC (Índice de Precios de Consumo) y se basa en las variaciones de precios de una cesta básica de mercado de bienes y servicios requeridos por un consumidor medio: alimentos, vivienda, vestidos, transporte, etc.
Cuando se dice que este año el IPC es del 2%, estamos indicando que este año las cosas valen un 2% más que el año pasado. Necesitaremos 102€ para comprar algo que el año pasado valía 100€. La inflación es del 2%. Si en un plazo fijo nos están pagando una rentabilidad del 1,5% en realidad nuestro dinero se está mermando en un 0,5%. Toda rentabilidad que esté por debajo de la inflación es una pérdida del valor adquisitivo de nuestros ahorros. Por ello uno de los objetivos en una inversión de los ahorros es por lo menos que la rentabilidad supere, o como mínimo iguale, a la inflación.
Este concepto es tan importante que el objetivo principal del Sistema Europeo de Bancos Centrales es mantener la estabilidad de los precios.
La inflación nos hace construir castillos de naipes y la deflación nos hunde en la miseria. Ambas en exceso traen depresión y pobreza. Cuanto más baja es la inflación la economía es más estable. Lo ideal es una inflación ligeramente superior a cero.
La inflación, lo mismo que la deflación, perjudica especialmente a la gente con menos recursos. A perro flaco, todas son pulgas.
Martín Torres Gavíria
Miembro de European Financial Planning Association España
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