Todos los productos financieros los podemos clasificar en dos modalidades: activos de renta fija y de renta variable.
Llamaremos activos de renta fija a aquellos productos que tienen sus características perfectamente definidas: emisor, importe de la emisión y de la amortización, número de títulos, su valor nominal, fecha de vencimiento, tipo de interés y rating (calificación crediticia).
Una vez fijadas las condiciones no se pueden modificar, precisamente por ese motivo estos activos reciben el nombre de Renta Fija.
A su vez dependiendo de quién sea el emisor se pueden clasificar en:
– Renta fija privada, que es el conjunto de activos de renta fija emitidos por empresas privadas y organismos privados, públicos o semipúblicos que no son clasificados como deuda pública.
– Renta fija del mercado de deuda pública, que negocia activos emitidos por el Tesoro Público, comunidades autónomas, entidades y sociedades públicas, organismos internacionales de los que España es miembro y los Estados miembros de la Unión Europea.
Hay un impacto diferencial entre el riesgo de crédito en la renta fija privada y el que ofrece la deuda pública. El hecho de que una emisión de renta fija privada tenga un riesgo más alto que un activo de deuda pública se recoge en el mercado en forma de rentabilidad. Es lo que se llama prima de riesgo. Evidentemente no todas las deudas públicas tienen menos riesgo que algunos activos de renta fija privada. Comparemos algunas de nuestras empresas del Ibex 35 con algunos estados miembros de la Unión Europea y/o algunas comunidades autónomas cuyas deudas están calificadas de bono basura.
Hay una creencia generalizada de que renta fija es sinónimo de inversión sin riesgo, y eso no es cierto. La renta fija no está exenta de riesgo. Eso sí, es menor que el de la renta variable. Recordando el primer artículo de “Finanzas… de andar por casa”, hay que incidir en los tres conceptos, para mí más importantes, que definen una inversión: seguridad, rentabilidad y disponibilidad. En el caso de los activos de renta fija, a menor riesgo menor rentabilidad. Por otro lado también hay activos de renta fija con altísima rentabilidad que, por supuesto, tienen un altísimo riesgo. Recuerden por ejemplo la emisión de pagarés de Nueva Rumasa.
Por ello siempre, repito siempre, que vayamos a invertir nuestros sufridos ahorros no nos dejemos llevar por cantos de sirena y no nos fijemos únicamente en el tipo de interés (rentabilidad), fijémonos en cosas como el rating (seguridad), preguntémonos qué garantías tienen nuestros depósitos, y qué ocurre con la disponibilidad, ¿lo podemos disponer sin penalización? O en caso de que la haya ¿cuánto nos penaliza? Y sobre todo, conozcamos el precio del mercado. Cuando la rentabilidad prometida de un activo llama la atención con respecto al resto, algo no cuadra. Preguntemos, preguntemos y, después…, volvamos a preguntar. En definitiva, que no nos den gato por liebre.
Martín Torres Gaviria
Miembro de European Financial Planning Association España
mfinanzas@larioja.com