El último informe de Competencia reabre el conflicto de siempre: ¿debe la farmacia seguir siendo un coto?
Hay negocios libres. Uno lo pone por su cuenta y riesgo, respetando la regulación normal y estándar, y luego uno solito se defiende. Es decir, nada le protege a uno de la posible competencia.
Y hay negocios regulados. Ahí la barrera está en la entrada. Pero después la propia ley le protege a uno de la competencia, estableciendo la imposibilidad legal de que a uno le abran «enemigos» en un entorno cercano.
El caso más paradigmático de esto último es la farmacia. La ley española protege al farmacéutico asentado, estableciendo límite de establecimientos por habitante y también por distancia. No es un ‘status quo’ fuera de discusión. De hecho, la discusión vuelve periódicamente, alimentada desde distintas fuentes. La última: la Comisión Nacional de los Mercados y la Competencia, que ha recomendado públicamente que el sector se liberalice: para la apertura de farmacias… y para la venta de algunos medicamentos fuera de ellas.
Las recomendaciones de la CNMC son, en realidad, añejas. Por ejemplo, que una persona pueda tener más de una farmacia. O que no sólo los farmacéuticos puedan ser titulares de esos establecimientos. O que no haya restricciones a los horarios o la publicidad de las farmacias.
La CNMC va más a la línea de flotación de la patronal de la farmacia establecida cuando pide que se eliminen las barreras de entradas. Aquí, Competencia recuerda directamente el modelo navarro.
En la comunidad vecina la normativa es muy poco restrictiva: las farmacias deben estar separadas por 150 metros, pero por lo demás se pueden abrir libremente siempre y cuando no haya más de una por cada 700 habitantes. No es un gran límite: en La Rioja, por ejemplo, hay una farmacia por cada 2.064 habitantes (datos del 2013). Ahora mismo, en la comunidad vecina la ratio es ligeramente superior a mil habitantes por cada establecimiento.
La liberalización navarra del 2000 produjo un boom del sector: el número de oficinas de farmacia se duplicó en diez años, (307 en el 2000, 593 en el 2010) pero después el número de aperturas parece haberse estabilizado. En cualquier caso, no parece cumplirse el apocalíptico mensaje que siguen repitiendo los farmacéuticos, que sin embargo se sigue reeditando: «La liberalización implicaría que a corto plazo surgirían nuevas farmacias, pero acabaría con el 50% del sector en una década», afirma la patronal.
Medicinas sin farmacia
La otra medida que ha levantado (de nuevo) la ira de los farmacéuticos es la sugerencia de que las medicinas sin receta se puedan vender fuera de las farmacias. Competencia cita un estudio del 2014 sobre 27 países europeos. En la mayoría de ellos (16) existe esa posibilidad, mientras en 11 las farmacias tienen la exclusividad total de los medicamentos. En esa lista minoritaria está España, pero también Francia o Bélgica. En esta queja los farmacéuticos no están solos. La asociación de consumidores Facua, por ejemplo, criticaba duramente a Competencia: «El sistema farmacéutico debe ser un servicio de calidad a los usuarios, con información y controles suficientes, lo que sólo puede realizarse a través de profesionales del sector».