Me he lesionado. Este martes, en la Liga Municipal de baloncesto. En una misma jugada, recibí una falta en el brazo, me gané un arañazo en mi frente exenta de flequillo defensivo y el gemelo de mi pierna izquierda pinchó. Lancé los dos tiros libres, los metí (lo comento por tirarme el moco, pero fue de lo poco con lo que acerté…) y me fui al banquillo cojeando, con un mínimo de dignidad y con la rabia de aquel que piensa que ha hecho algo mal, algo que no debía. No fue la típica pedrada, fue como un ataque repentino, instantáneo y organizado de un puñado de alfileres. Soportable pero preocupante.
Es lo que tiene jugar esta liga para muchos. Estamos en ella porque nos gusta el baloncesto, porque nos enganchó siendo unos chiquillos y no hay forma de dejarlo, porque da gusto seguir jugando contra y con aquellos que han sido compañeros y adversarios y continuar disfrutando cuando muchos hemos superado la cuarentena y algunos el medio siglo. El problema es que, entre tantas ganas y tan desproporcionado entusiasmo, uno acaba perdiendo el norte de lo que es y de lo que tiene encima, hasta el punto de olvidar que la cabeza va más rápida que el cuerpo y que aquello que uno visualiza en su mente ya no es capaz de plasmarlo sobre una pista a estas alturas de la vida.
Es importante competir, porque a nadie le gusta perder, pero hay cosas más trascendentales que valorar en cada choque. Por eso, cuando se acaba el partido, dos preguntas vienen a la mente de todos: ¿Nos lo hemos pasado bien? ¿Nos hemos lesionado? Si la primera respuesta es afirmativa y el parte de bajas se queda en blanco, el resultado ya adquiere un valor relativo. La tercera pregunta que suele surgir es ¿para cuándo la siguiente cena de equipo?
Pues nuestro parte de bajas, esta vez, me incluía a mí. Lo primero que se me vino a la cabeza fue que el miércoles pensaba salir a correr y que ya se había ido al garete el entrenamiento de ese día y, muy posiblemente, los de las siguientes semanas. Tenía el mal sabor de boca de estar desaprovechando de repente el trabajo de toda la gente (que es mucha) que me está ayudando en la Operación 25 kilos. ¿Cuánto tiempo iba a tener que parar? ¿Qué iba a hacer ahora con la dieta…? ¿…y con los entrenamientos? En unos minutos me vinieron todas las neuras y me subió el cabreo por la sensación de estar fallando y de que la media maratón del 28 de mayo estaba comprometida. Mira que soy positivo, pero tuve ese momento de bajón repentino.
De camino a casa, pensaba en cómo se lo iba a decir a Roberto Molina. Varias veces me ha contenido en estos meses y me ha avisado de que tuviera cuidado con estos partidos, con los esfuerzos, con cuidar los estiramientos de antes y después. Cuando cogí el móvil y abrí WhatsApp para comentarle lo ocurrido, me sentí, no me digáis por qué, como el niño que se dirige al profesor para reconocer que no ha hecho los deberes.
Pero, como hasta en esto he tenido suerte a la hora de elegir a los ángeles de Objetivo 25 kilos, me duró el disgusto lo que tardó Roberto en contestarme y darme las pautas a seguir. “No estires, ponte frío y una media compresiva y, en cuanto te levantes, llama al centro para que te evalúen y te traten”. Claro y preciso.
Seguido, se encargó de calmarme. “¡Tranquilo! Estas cosas pasan, están dentro de los planes. Queda tiempo de sobra”. “Es normal, las lesiones también son parte del proceso y hay que tenerlas presente”. Cuando llegan los baches, tener una referencia que te haga ver las cosas de una manera distinta, no necesariamente optimista pero sí más real, ayuda. Ayuda mucho.
Pasé de la sensación de que el mundo se había desplomado sobre mi cabeza (mejor dicho, sobre mi gemelo) a encontrarme en un estado de ‘jodido pero contento’. Mi pensamiento había girado hacia un ‘no estoy bien, pero podía estar peor’.
Así que hielo, media compresiva y, en cuanto me levanté, llamada para que Cristina me buscara hueco. Hueco hecho, como siempre. Insisto, lo que están haciendo y consiguiendo conmigo entre todos los componentes del Centro de Fisioterapia y Medicina Deportiva Las Gaunas es increíble, alucinante.
Por cierto, un consejo: si no controláis sobre un tema que tenga que ver con la salud y que os puede afectar, no penséis que internet os va a dar la solución. Ejemplo: me dio por buscar las consecuencias de una rotura de fibras en el gemelo en diferentes webs. Grados de roturas, tiempos de recuperación, procesos y tratamientos… Acabé otra vez neurótico perdido. Que si me voy a tirar parado un mes, que a lo mejor es más, que veremos si no se complica…
Lo dicho, no penséis que podéis encontrar la solución solos y que todo está en internet. Está, pero una cosa es que esté y otra que ayude a resolver ciertas cuestiones y problemas cuando la información cae en manos de un ignorante como yo.
La solución estaba en otras manos. En esta ocasión, en las manos de María Sáenz. Una de las que saben. Le bastaron unos minutos para aclararme las cosas y darme la mayor alegría de estos días. Me hizo una ecografía que desveló que no había rotura, si acaso una microrrotura por algún tipo de contracción brusca o algo así (perdona María, pero es lo que tiene no tener ni idea ;-), lo tuyo son explicaciones, lo mío es una mezcla de palabros). Vamos, que lo que yo pensaba que iba para largo se quedaba en algo menor que podía solucionarse en unos cuantos días. Me trató el gemelo, me avisó que me molestaría ese día pero que iba a mejorar. Un par de días de descanso, hielo y el sábado o el domingo, en función de mis sensaciones, probar el estado de la pierna con una carrera suave. (“¡Probar significa suavecito! Que nos conocemos…”, fue el aviso de Roberto). Os juro que cumplo. ¡¡¡Muuuuuuchas gracias!!!
Y en esas estoy. Deseando calzarme las zapatillas y ver cómo estoy. Desde luego, las sensaciones ahorra mismo son fenomenales.
Estos días han supuesto una lección más y un paso adelante en el reto. Porque aprender siempre suma, aunque sea por una circunstancia inicial negativa.
Por cierto, se me ha complicado un poco el horario de la comida para los próximos meses. No pienso improvisar. Toca preguntar a Paula Fernández en mi próximo paso por el Centro de Nutrición y Diétética Nutrium para ver cómo resolverlo. Seguro que me da la solución adecuada. Vamos, como siempre. Ya os contaré…