¿Qué hacen dos gorriones de 200 kilos en un cable? ¡¡¡PÍOOOOOOOO!!! (Léase gritando y con voz ronca).
Metan a esos dos gorriones en una jaula (obligatoriamente grande, por supuesto), con poco alpiste, y no les dejen salir durante un tiempo prolongado. Lleven la jaula a un bar de pinchos de nuestra querida Laurel y abran la puerta de la jaula. Si los dos gorriones no se han matado uno al otro en el intento de devorarse mutuamente para saciar su hambre, no esperen que salgan silbando tranquilamente, revoloteando por encima de los platos y las copas de vino alegremente, felices y solo pendientes de disfrutar de la libertad recuperada.
Esperen, más bien, que los animalitos tiren de instinto y se abalancen sobre la comida como Triki sobre una caja de galletas después de un mes a base de brócoli. No se alarmen si cogen las copas de vino y se beben el jugoso líquido elemento con la agitación de un turista perdido en medio del desierto de Gobi que encuentra un vaso de agua.
Póngale a esos gorriones la cara de Martín y la mía. Así éramos hace apenas dos semanas y así es como nos hemos dado cuenta que no queremos ser dos semanas después. Queremos vivir en una jaula con la puerta abierta de la que podamos salir sin miedo a no controlar nuestras ansias por comer o beber todo lo que pillemos a nuestro paso. Y en esas estamos.
La metáfora es de Paula Fernández Giménez, la que nos está enseñando a saber disfrutar de nuestra libertad, a entender que dejar la puerta abierta es necesario pero que debemos aprender a tener una buena relación con la comida.
De momento, seguimos con paso firme. En nuestra última cita en Nutrium, esa chivata tan moderna que tiene Paula en su consulta, la báscula que antes nos daba tanto miedo, se ha convertido en una aliada más, un extra en nuestra motivación. Martín perdió algo más de un kilo y medio (todo grasa) y yo unos dos kilos y medio (buena parte de grasa y algo de agua).
Pero lo mejor de todo es que no le damos demasiada importancia. Está claro que nos alegra ver ese descenso, pero nos congratula sobre todo saber que estamos haciendo las cosas bien, superando tentaciones y combinando la alimentación saludable con el deporte. De hecho, agradezco las agujetas que me dejan las sesiones físicas con Fernando Carrascón. Me alegra saber que el despertar muscular de mi cuerpo el día después de un entrenamiento tiene que ver precisamente con estar haciendo lo que debo (y quiero), y no con algún dolor derivado de alguna sesión extra de ‘sillonball’ o de ‘camasultra’.
Y lo que estamos aprendiendo por el camino… Eso de que Paula nos explique el porqué de lo que hacemos, de lo que comemos, es también muy estimulante.
El próximo día toca sesión de yogures… No digo más ahora, pero lo contaremos.