La mejor forma de disfrutar de Logroño sin coste alguno es salir a caminar y dejarse perder por la ciudad y sus alrededores. Quizás muchos no lo sepan, pero uno de los últimos atractivos que uno puede encontrarse es un laberinto. Está situado en el jardín experimental de El Cubo y, a diferencia de otros, este es un laberinto para encontrarse; no para perderse.
Se ubica en el parque de la Isla, en la confluencia de las calles Rafael Azcona y Blanco Lac.
El laberinto, con un diámetro de 28 metros y 615 metros cuadrados de superficie, se ha inspirado como modelo en un laberinto existente en la catedral gótica de Amiens.
Se ha realizado en adoquín apoyado en material granular, orientando sus ejes según los puntos cadinales: dichos ejes se delimitan en el perímetro del laberinto mediante unos pilastras de granito (reaprovechadas de una pérgola que en su momento se desmontó del parque Gallarza).
De forma circular, se trata de un recorrido unidireccional, a través de adoquines de dos colores que invitan a la meditación, ya que se ha concebido según el prototipo de laberinto gótico (sin vegetación), como un sitio donde “uno no se pierde, se encuentra”.
“Es una manera de pasear, pero también de recorrer un viaje hacia uno mismo, cada uno con su historia o con lo que quiera imaginar. Al alcanzar el centro, donde se encuentra el punto de gravedad, se puede volver sin riesgo de perderse”, fue la explicación que ofreció el concejal de Medio Ambiente, Jesús Ruiz Tutor, durante su presentación antes del verano. Desde entonces, es frecuente ver a paseantes, sobre todo jóvenes, dar las oportunas vueltas: once y de una sola vía. El objetivo es concluir sus 1,100 kilómetros y con la mente abierta.
Aunque no deja de ser una novedad en la ciudad, lo cierto es que Logroño ya cuenta con un precedente; el pequeño laberinto situado en la Plaza San José, del mismo estilo, aunque mucho