Al fútbol se puede jugar de muchas maneras, pero no se puede andar con confusión sobre el césped ni abusar de un estilo muy definido. El rival también te estudia. Eso es lo que le ha pasado a la UD Logroñés, que en su búsqueda de la identidad de otras fechas no tiene las ideas claras. Así se entiende que haya empatado (1-1), y gracias, ante el Celta B, que lejos de Barreiro celebra pocos puntos. Los riojanos siguen inmersos en un mes maldito como es éste de febrero y han cedido dos puntos más en Las Gaunas, terreno en el que nadie debe puntuar si el anfitrión desea estar en lo más alto. Una victoria en los últimos cinco partidos, en los que se incluyen dos derrotas y dos empates. No es para rendirse, pero sí para reflexionar y no sólo por el resultado.

La UD Logroñés ha abusado en exceso del juego directo, de la salida de balón desde la defensa en busca de un delantero, Luis Morán, al que los centrales gallegos le sacaban sendas cabezas. Fútbol inexistente en la medular, porque el balón obviaba la línea de creación. Dicen muchos técnicos que los partidos se ganan en el centro del campo. Otros, que en segundas jugadas. Otros, en estrategia. Otros, con el toque. Las vías son múltiples, pero lo más difícil es vencer cuando caminas por un sendero marcado. El Celta achicó espacios, tuvo el balón y desactivó a la UD Logroñés, que mejoró algo durante unos minutos en el segundo periodo debido al protagonismo de Iker Alegre, pero que tampoco existió como fútbol coral.

Un gol de esos que se marcan de vez en cuando, desde la frontal del área, a la media vuelta, entre dos centrales y con el balón golpeando en la cepa del poste antes de entrar en la red adelantó a los vigueses. Goles que parecen imposibles, pero que de vez en cuando aparecen. Ahora bien, el Celta ha sido más intenso y ha jugado a lo que quería jugar. La UD Logroñés ha corrido como siempre, pero sin criterio y sobre todo sin balón. Siempre en la búsqueda del robo cuando lo necesario es que el cuero corra en tus pies, en los de los once futbolistas. Pedro autor de ese gol debe pensar cómo Miguel sacó dos manos prodigiosas y le impidió una tarde gloriosa, pero ni espoleados por la actuación del capitán blanquirrojo sus compañeros entendieron que el fútbol necesita el balón y que jugando a los espacios con hombres rápidos se crea más peligro que con vuelos de cuarenta metros que acaban en muchas ocasiones en un cara o cruz. Así, el gol de la UD Logroñés se generó en un balón al espacio, una galopada de Titi y una veloz llegada de Alegre al área. La UD Logroñés descubrió el camino, pero de nuevo llegó a un cruce y retomó la vía del cuero en largo, ya con Carlos Fernández en el campo, Milla en la media punta y Miguel Santos por delante de Barreda. No hubo desdoblamientos de los laterales, Muneta jugó muy lejos del área y el balón tampoco era de su propiedad. Demasiado previsible. Mal asunto. Sobre todo cuando a Iker Alegre se le acabaron los escarceos por su banda.

La Liga es una carrera de fondo, pero ahora la UD Logroñés necesita un esprint, demanda demarrar para romper la monotonía de ir en pelotón porque los rivales le vigilan muy de cerca. La cabeza es fundamental, pero ahora mismo no está limpia. Por ansiedad o por temor a la derrota. Incluso, al empate, pues en esta ascensión en la que está inmersa ir a haciendo la goma es peligroso. Necesita un cambio de ritmo, de tendencia, dejarse ver y fracturar el grupeto antes de que la goma se rompa.

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