La UD Logroñés no será primera de grupo. Las matemáticas lo imposibilitan. El Racing de Ferrol le aventaja en siete puntos cuando restan seis por repartir. Y quizá tampoco sea ni tercera ni cuarta, pues son cinco los que fijan la renta de Racing de Santander y Tudelano. Será cuarta. Máxime después de empatar contra el Cacereño (1-1) en Las Gaunas. Ese mismo Cacereño que le ha restado cuatro puntos en Liga y que sigue en plazas de descenso.
Del partido se pueden hacer múltiples lecturas. La más interesada afirma que Montero de Lerma, trencilla castellano manchego, ha impedido la victoria de la UD Logroñés con una secuencia de decisiones finales cuando menos discutibles. La más reflexiva apunta hacia la propia UDL. No supo ganar el partido y esa falta de sabiduría derivó en agraciar al Cacereño con un empate con el que soñó durante escasos minutos, aunque los aprovechó. Montero de Lerma es el árbol que no deja ver ese bosque de colores blanquirrojos lánguido y que no florece con la llegada de la primavera.
No hay que engañarse. El Cacereño es un equipo que debió marcharse de Las Gaunas con una derrota dolorosa. Da lo que da. Nada más. El fútbol se guía por virtudes y defectos, por estados de ánimo, pero quizá todos los rasgos que definen a un bloque se resumen en una palabra: ambición. Si Cristiano Ronaldo no fuera tan ambicioso quizá no hubiese labrado la carrera deportiva de la que goza; si el Barcelona no hubiera sido ambicioso no hubiese coleccionado títulos. Y esa aspiración se puede extrapolar a la UD Logroñés. Ha tirado los primeros cuarenta y cinco minutos. La primera vez que desbordó por banda, con Chevi como protagonista, llegó el gol de Milla; a la segunda o tercera, estrelló el cuero en la madera. Así de sencillo. Y todo después de la charla en el vestuario durante el descanso. La cuestión es saber si esa charla es igual de ambiciosa antes del inicio del partido o no. Y si lo es, por qué no cala en el jugador.
El Cacereño tampoco es ambicioso. Los equipos suelen ser reos de sus miedos, del discurso que magnifica al adversario, pero si el Cacereño está en plazas de descenso después de treinta y seis partidos es porque lo merece; y si la UDL jugará la fase de ascenso, también es porque lo merece. Los extremeños sólo se asustaron cuando se vieron por detrás en el marcador, cuando les llegó el agua al cuello. Hasta entonces, se broncearon con el tímido sol que lució en el Municipal.
El final es rocambolesco. La acción de Borja no es merecedora de amarilla, la segunda, y por tanto expulsión; ni tampoco es explicable que un jugador genere dos amarillas en ocho minutos. El fútbol es para vivos, máxime cuando el nivel arbitral responde a la suerte de la ruleta rusa y no sabes nunca cuándo saldrá la bala. Pues salió en Las Gaunas. Y no es la primera vez. Además, sin tiempo para socorrer al herido. Gol en el tiempo añadido, manos a la cabeza y caras de sorpresa por no decir de idiotas. ¿Qué he hecho para merecer esto? No marcar más goles. Eso es el fútbol. Es para listos. Porque la UD Logroñés tenía dos finales escritos.
El primero hablaba de encararlo con dos o tres goles de renta, porque el Cacereño es limitado encogido y muy débil estirado. Un equipo, la UDL, que da un paso atrás y, por otro lado, busca el robo del balón con la presión alta para salir al contragolpe no puede caer en la constante imprecisión en el último pase. Ni Iker Alegre, ni Luis Morán ni Pere Milla acertaron en la antesala de la suerte suprema. Y son algunos de los mejores peloteros de este equipo. Quien falla, paga la ronda y en esta categoría el error es más letal que el acierto, porque son muchos los equipos que viven del fallo de sus adversarios.
La cuarta plaza es una realidad salvo locura colectiva en las dos próximas semanas. Carlos Pouso diferencia entre la primera y el resto. La primera está descartada, pero independientemente de cual sea el puesto final de este equipo, el play off exige competir y no firmar finales como el de esta tarde, porque hay que recordar que el gol fuera de casa se multiplica por dos en caso de empate en la eliminatoria. Competir conlleva ambición, porque sin ambición no hay competitividad. Ahora bien, si quieren nos podemos quedar con la actuación de Montero de Lerma. Será bueno o malo como árbitro, pero no influye en la ambición de un equipo.