No fueron las meigas gallegas, sino el fútbol. El Celta no faltó a su cita victoriosa en Las Gaunas. Ha ganado por 1-2. Ha ganado con dos goles en la primera media hora, como en los tres partidos anteriores. Ha ganado porque leyó mejor el partido en su inicio. Ha ganado porque fue más efectivo, de hecho sólo disparó dos veces entre los tres palos. Ha ganado por acierto ante un rival que comenzó en inferioridad y lo pagó. Luego remó contracorriente, pero ni tuvo la precisión necesaria no nadie le echó una mano, salvo la grada. Tensión, nervios, muchas tarjetas y petición de penalti, sobre todo en un disparo de Menudo cuando los locales estaban con el agua al cuello. Fútbol. Inesperado. Sorprendente. No deseado. Pero fútbol. El único consuelo que le queda a la UD Logroñes es que el Guijuelo perdió el sábado y el Compostela no ganó en As Somozas. Perdió, pero con una jornada menos sale ‘reforzado’, aunque si hubiera ganado, incluso empatado, la lectura sería mucho más positiva.
Los riojanos presentaron el mismo mal que en su día contra el Compostela, aunque en esta ocasión no llegaron al empate. No ganaron el centro del campo, donde se inician las batallas y la tripleta que formaron Casas, Yelko y Jordan superó a un adversario en el que Julio Rico, único mediocentro, corría y corría, pero no llegaba. Se partieron los riojanos y los vigueses jugaron a placer. Buscaron el lado débil, en la izquierda, donde Miguel Santos tuvo que hacer frente a la potencia de Thaylor. Primero se marchó hasta la línea de fondo, retrasó el cuero y Yelko lo empujó a placer llegando desde segunda línea; después, Thaylor repitió maniobra, pero centró al área pequeña y Señe se adelantó a todos. Esa fue su tarjeta de presentación. La única. Sufiente, sin embargo.
Con dos goles en contra y setenta minutos por delante, el partido demandaba un tanto antes del descanso para generar incertidumbre. La historia hubiera sido bien diferente si Chevi hubiese acertado con su cabeza un minuto antes del primer gol celeste; o si Néstor no hubiera sacado en la raya de gol el remate de cabeza de Moisés. Nada varió. Tampoco cuando Jacobo, ya en el segundo periodo, estrelló su remate en la madera después de que tocase el cuero el portero visitante. No estaba el balón por la labor de entrar en la portería. Quizá fueran las meigas. El propio Jacobo abrió la puerta al optimismo tras otro remate de cabeza. Gol. Quedaba media hora de juego. El segundo tanto era posible, así como eludir la derrota. La UD Logroñés se amparó en el coraje, en el genio, pero su fútbol fue más espeso. Dominó y encerró a su adversario, si bien Néstor no pasó apuros. No se anotó ninguna parada de mérito.
El Celta no es un filial al uso. Eso está claro. Si tiene espacios y balón juega; si no lo tiene ya no es filial, sino un conjunto veterano. Para el juego, hace faltas tácticas y sus jugadores caen fulminados sobre el césped. No hay ritmo. Y el rival coquetea con la desesperación. Así, cada jugada a balón parado se celebraba como si fuera el gol, pero no era sino la antesala. Más de una docena de acciones de estrategia; ningún remate en claro salvo los dos de Jacobo. En ocasiones llegas una vez y ganas; en otras protagonizas un asedio continuo y pierdes. Por eso cualquier análisis previo sirve de poco. El cuero y el momento mandan.
60 puntos. Ni uno más ni uno menos. Ya no se puede llegar a los 72 ni a los 68. Sí a los 66, 67 ó 69. El último garantiza el play off; los otros, quizá. De momento, la UD Logroñés sigue cuarta en la tabla con dos puntos de ventaja sobre el Guijuelo, pero perder dos partidos consecutivos a estas alturas de la Liga no es bueno, aunque de la misma forma que se levantó en su momento y ligó una fantástica racha, ¿por qué no lo va a hacer en los tres compromisos que restan. Fe. Y acierto.