Decía en las últimas horas Fernando Llorente que el próximo año volverá al Santiago Bernabéu como jugador del Athletic. Fue uno de los grandes protagonistas del partido del sábado. Asegura Joaquín Caparrós que Llorente es un futbolista de veinte goles por temporada. Lleva nueve en doce partidos, a una media de 0,75 por encuentro. De seguir esta progresión, acabará la Liga con 28 dianas.
Vamos, lo que viene a ser un discurso política y deportivamente correcto en un mundo del fútbol en el que últimamente hay que medir al milimetro las palabras. Rara vez, y lo digo por experiencia, un futbolista dice lo que piensa. Dice lo que quieren oir quienes están atentos a su discurso. Cuando se apagan grabadores y se cierran cuadernos, todo es diferente. Es tiempodel famoso ‘off the record’ y si hay confianza o complicidad con el interlocutor, se vacían verbal y emocionalmente.
“¿Fichar por un grande? Ya estoy en uno”. “Nadie del Madrid se ha puesto en contacto conmigo”. Frases hechas, de libro, de guión de futbolista. Nadie discute la grandeza del Athletic, pero la verdad es que para ganar títulos en este país es necesario jugar en el Madrid o en el Barcelona. Muy de vez en cuando se rompe esa lucha entre dos. Eso por un lado.
Por otro. Si se han producido contactos, no se van a desvelar. Si el Real Madrid quiere a Fernando Llorente, esperará al momento oportuno. Es decir, a que acabe la Liga. Será un culebrón de verano con el que llenar minutos y vender periodicos.
Observando desde fuera este asunto, Llorente me recuerda por momentos a Julen Guerrero. Un Dios en San Mamés. ¿Y? Dicen que tuvo la oportunidad de ir a un grande. No lo hizo. Era un icono en BIlbao. ¿Y? Normalmente, a los futbolistas y a los equipos se les recuerda por títulos y éxitos. Llorente es campeón del mundo, algo que ha logrado con un gran equipo, España. Hubiera sido imposible levantar esa copa con Euskadi.
El riojano, al que ya no confunden muchos con el delantero vasco o navarro, tiene un potencial enorme. Para llenar sus vitrinas de títulos. Pero no en el Athletic. Para crecer necesita emigrar y tener suerte con el destino. Algo similar le pasó a Fernando Torres.
Es cuestión de tiempo y de dinero. Incluso para Macua. Si algún día Llorente dice públicamente que se quiere ir a Madrid, Barcelona y otro equipo, el fuego se habrá encendido. Y eso es lo que esperan los clubes que le quieren, pero si llega a pronunciar esas palabras, Llorente y su nuevo club ya tendrán un acuerdo cerrado y sólo faltará el sí del Athletic