Leo esta mañana en algunos periódicos la situación del Castellón, equipo de Segunda B. A menos de dos semanas para el inicio de la competición carece de entrenador y de jugadores. Y como el fútbol suele mezclar muy mal con la política, tampoco puede jugar en Castalia porque Ayuntamiento y propiedad del club no casan.
Este ese mismo Castellón que descendió por impago el 1 de julio; el mismo Catellón al que la Federación Española rescató del descenso días después con promesas de pago y cantos de sirena mas propios del que no paga que de quien sí lo hace. El que cumple económicamente no busca excusas y vende humo; el mismo Castellón que está maniobrando con la permisividad de la Asociación de Futbolistas Españoles (AFE), que advirtió de una firmeza que ha quedado en agua de borrajas. Mediático presidente el suyo, que siempre se deja ver con internacionales españoles y jugadores de la élite. Las miserias no están en Primera, ni en Segunda (algunos casos sí), sino en el pozo de una Segunda B que es inviable con el formato actual. Y si no, hay están tambien los rescates de Palencia y Polideportivo Ejido.
En el fondo, todos, patronal, sindicalistas e instituciones viajan en el mismo barco, que navega con paso firme gracias al éxito de los resultados “furtolísticos”. Quizá en Segunda B no hay lugar para 80 equipos; quizá ha lllegado el momento de que los clubes avalen su presupuesto al inicio del ejercicio; quizá hay que pensar que un futbolita de Segunda B es un privilegiado pero no alguien que debe vivir toda una vida de los diez o quince años de profesional del balón. Los tiempos han cambiado y en días de dinero de papel, de pagarés,no se puede consentir que los clubes finiquiten temporadas con pagos aplazados y sin garantías de cobro y rápidamente comiencen a construir una nueva plantilla de miles de euros… a la que se finiquitará doce meses después con más pagarés. Eso sí, más tonto es el que coge un pagaré de dudoso cobro que el que lo da.
Lo que cada día queda más claro es que este cortijo llamado fútbol no resulta una competición justa y legal. Es evidente que está adulterada desde el principio al fin. Al inicio, cuando clubes que no van a pagar firman a jugadores por cifras que otras entidades no asumen por temor a no cumplirlas; al final, porque aunque no pagues, la Federación te rescatará. Y seis semanas después seguirás en la categoría sin entrenador, ni campo ni jugadores. ¡Pobres desgraciados esos seis chavales que tienen contrato con el Castellón! Y por supuesto, sin pagar. Me pregunto yo que pensará de todo esto el equipo que debió ocupar la plaza del Castellón en Segunda B.
En el recuerdo quedan las tres veces que descendió el CD Logroñés por impago. En especial, la del año 2000, cuyo cambalache viví en directo. Entonces, nadie salió a su rescate.