No saber diferenciar los ‘tempos’ supuso ante el Lemona perder dos puntos. Ayer, no saber leer se tradujo en tres. Cinco perdidos de nueve posibles. Demasiados para un equipo que aspira a pelear por el ascenso. Máxime cuando se juega en casa.
Es difícil comprender al futbolista y al fútbol. Disfrutan de lo que hacen y se ganan la vida con ello. Un lujo. También es verdad que muchos sufren, porque no es oro todo lo que reluce en el mundo del balompié. Demasiado plomo maquillado con purpurina. Al margen de cualidades técnicas, en el fútbol se puede ser listo o no. Jugar con la cabeza o con los pies. El primero, triunfa; el segundo, fracasa por muy hábil que sea.
Y esa es la disyuntiva. La UD Logroñés pudo resolver el partido de ayer en la primera mitad ante un rival moribundo. Pero no supo y por tanto no quiso. Falló la mente. De los adversarios se explotan los defectos y el Salamanca mostró muchos en poco tiempo, aunque Balta Sánchez saque pecho diciendo que controlaron el partido. No es verdad. Por ocasiones, les abrumaron los locales. La diferencia es que cuando las crearon, el Salamanca ya creía en sí mismo y tuvo fuerzas. Y eso que las crearon mal, sin buscar superioridad por banda cuando ya eran uno más sobre el césped. Pero desperdiciaron la oportunidad de ser dos o tres más si hubieran desajustado a la zaga con profundidad por bandas. Me preocupa ver que a este equipo faltan jugadores con desborde cuando se han fichado especialistas. Balón y encarar. Es lo menos que se puede pedir. Cuando buscas el cuero por detrás de la marca no vale. Y si no sabes que tu batalla la ganas explotando tus cualidades y no cayendo en el terreno del adversario, tampoco.
Leer un partido significa saber cómo jugar; cómo atacar y como defender; decidir si se toca en corto o en largo; parar el juego o acelerarlo. Y por supuesto, leer significa que un central no puede montar un contragolpe con el balón en los pies y cruzarse el campo como un conquistador. El antídoto se llama falta táctica y de eso Nacho Martín sabe mucho.