El objetivo era ganar en Zubieta. No hay que engañarse. El triunfo es sinónimo de éxito siempre. Ahora bien, el empate no representa una tragedia. Las tablas esconden algo más que un marcador espejo. No ha dormido la UD Logroñés en fase de ascenso, sueño que duró muchos minutos, pero sigue en la pelea, aunque el empate penalice considerablemente.
Ese empate deja muchas lecturas. Más allá de la primera y calenturienta de mirar hacia el colegiado, la realidad es que no se puede cometer una pena máximo en el tiempo de descuento cuando vas ganando y después de que te has metido entre pecho y espalda más de una hora con un jugador menos. Como dice Nacho Martín, y no le falta razón, se te queda cara de tonto.
Pero hay más. El equipo respondió desde el primer minuto y demostró que la inercia es la correcta. Marco primero, recibió dos golpes consecutivos (expulsión de Vélez y empate) y no se quedó tendido sobre la lona. Reaccionó y volvió a marcar a pesar de no llevar la iniciativa, pero sí de controlar defensivamente a una Real a que su juventud y le calidad le hacen imprevisible. La UD Logroñés está aprendiendo a adaptarse a cada partido con garantías de éxito. Ahora le queda dar otro salto cualitativo: matar el duelo para evitar apuros con rentas mínimas (Osasuna y Real, por ejemplo).
En Zubieta quedó patente que David de Paula está totalmente rehabilitado. Se siente mucho más cómodo sobre el campo porque participa más, tienes más protagonismo y balón con el que jugar. Seis goles en once partidos indican que ya ha igualado su marca de la pasada campaña.
Último apunte. Moustaphá. Su historia personal es digna de ser escuchada, pero en el fútbol se mira más al jugador que a la persona. Cayó en la trampa del penalti en Palencia y ayer repitió. Es un niño futbolísticamente hablando y lloró, aunque de esas acciones dolorosas en el instante se aprende mucho más a medio plazo que si se vive instalado en el éxito. Hoy empieza una nueva semana. Ayer es historia.