Hace un año, día arriba, día abajo, Nacho Martín entraba en el vestuario que ocupa la UD Logroñés en Albelda, abría la puerta, oxigenaba el recinto, daba un golpe en la mesa (metafóricamente hablando) y dejaba muy claro quién mandaba allí. Me da la sensación de que está obligado a hacer lo mismo. Será porque el roce hace el cariño o porque la costumbre genera malos vicios, pero ese vestuario necesita un golpe encima de la mesa como el comer. Y sinceramente, no veo a nadie con el carácter de darlo salvo a Nacho Martín.
Son muchos los que le critican. Están en su derecho. Otros le alaban. Igual. Ahora bien, para criticar o alabar un trabajo hay que ver cómo se trabaja. Y aquí se habla mucho de oído. Se mide el trabajo por el resultado. Es así. Y si Martín no cumple, le finiquitarán el contrato y llegará otro. El fútbol no entiende de lo que ocurre de lunes a viernes. Entiende de resultados. Es una empresa.
Ahora bien. ¿La UD Logroñés tiene un equipo para pelear por el ascenso como se ha vendido o para estar en la zona media de la tabla? La pregunta es buena. Dos respuestas. Por calidad, para estar entre los mejores; por carácter, para pelear por la permanencia si los resultados no llegasen. Entonces, ¿qué once se confecciona? ¿El de calidad que marca la diferencia pero no da una patada y permite goles como el segundo del Salamanca? ¿O el de más raza (es un decir, porque en este equipo son todos unas madres) y que no genera fútbol? Ésta también es buena. El primero no funciona sin balón y le falta genio; al segundo le falta todo. Entonces, ¿cuál es el potencial real de este equipo? Cada día está más claro.
Más allá de los errores de Martín, que los comete como todos, hay un grave problema de actitud. Los errores no son fruto sólo de la mala suerte. Y este equipo está cometiendo muchos que se traducen en puntos: Athletic, Mirandés, Salamanca, Real Sociedad. Algún futbolista se sorprenderá porque el sábado ya no jugará en Vitoria. Sólo tiene que ver el vídeo del partido de ayer. Y han jugado porque faltaba un compañero un poco más avispado.