Que quieren que les diga. La UD Logroñés ha perdido una gran oportunidad de reivindicarse en su papel de aspirar a los primeros puestos de la tabla; la SD Logroñés reaccionó a tiempo ante el Zaragoza B en Las Gaunas, pero tampoco es un resultado para estar satisfecho. Eso sí, con 15 puntos a estas alturas de la temporada puede estar más que contento el equipo de Agustín Abadía.

Más allá del resultado en Irún, de la derrota, hay que analizar lo que significa la palabra fútbol. Decía Pepe Calvo que con seis goles en diez partidos no se puede aspirar a estar en la zona alta de la tabla. Cierto, pero hay más. Un equipo que tiene esas pretensiones debe ganar lejos de su feudo. Y la UDL no lo hace. Pero vamos más allá. Un equipo de tales sueños no puede perder un partido que gana por 0-1. Esa es la gran diferencia. Al menos, una de ellas. El Alavés se puso por delante en el marcador y no dejó que su rival empatara. Esa es la diferencia. La gran diferencia. Porque no es la primera vez que se da esta situación, pues la UDL se adelantó en Torrelavega y acabó cediendo el empate. Con estas concesiones que diferencian a un equipo con empaque de otro sin la personalidad suficiente para manejar un partido no se puede aspirar a algo más que pasar diez meses jugando a fútbol. Falta gol. Que se pongan las pilas. Falta personalidad. Que se pongan las pilas. Y ayer se encajaron tres goles, algo poco habitual. Accidente o no, pudo ser al revés y no lo fue. Es la propia UDL la que se construye su futuro y hasta la fecha sus cimientos quedan a merced de bandazos y carecen de solider. Era un partido para ganar. Cómo fuera, pero ganar. Un punto de inflexión. El gran derrotado es el club. Su único consuelo es que el fútbol es irracional y de la misma forma que te hundes te levantes, creces y protagonizas gestas. Y la suerte que tuvo es que ni Amorebieta ni Lleida ganaron. Triste consuelo.