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La plazuela perdida

Internet, Etica y Política

Es bien conocido por todos los usuarios de Internet que la red lleva adosadas algunas servidumbres, casi siempre relacionadas con el carácter casi anónimo de los productos colgados en ella: correo no deseado, propaganda increíblemente atosigante, troyanos y virus varios, etc. Ultimamente circula por la red una especie de propaganda política, basada en la descalificación del adversario, a base de chistes e imágenes recurrentes, que suelen acabar en una pantalla final en la que aparece ridiculizado el político de turno, como un Gran Hermano cibernético, símbolo de todos los males y miserable oficial de esta basura.com. Suele ser todo muy cutre, con muy mala baba, ramplón, obsceno y que enterraría bajo tierra a su autor si éste hubiera de exponerlo en publico.
Circula, obviamente, entre sectores no simpatizantes del cruelmente ofendido: en ámbitos conservadores el ridículo malvado es Zapatero, mientras que entre progres izquierdosos hay división de opiniones, el impresentable facineroso puede ser Aznar o puede ser Rajoy. A simple vista, parece una cuestión banal, graciosilla incluso, pero su fondo no lo es. A mí me ha llegado esta basurilla desde ambos sectores e, incluso, he asistido a comentarios de grupo al respecto: les hace una gracia enorme los miserables insultos al oponente, pues suelen recibirlos militantes y simpatizantes del adversario.
Todo esto me lleva a una reflexión sobre la ética de la militancia política. Somos muchos los que nos hemos resistido a militar en grupos y, a veces, hemos tenido cierto complejo de culpa por nuestra falta de militancia -ya se sabe, en teoría, militar es servir al bien común, es preocupación por el interés público, etc,…- pero, cuando observamos el pensamiento uniforme de muchos militantes, en campaña electoral permanente, y que, sistemáticamente y sin análisis previo, dan por buenas o malas las palabras o acciones de otros, según el color de quien las diga, nos alegramos de nuestro “poco espíritu de servicio”. Creo que la endogamia social de muchos militantes y simpatizantes de partidos es excesiva; hay actos lúdicos, como cine, teatro, debates, etc, en los que sabemos que acudirán masivamente los pertenecientes a cada sector, según el matiz del acto, como si acudiesen siguiendo consignas. Se me podrá preguntar ¿qué tiene esto de malo? Ciertamente no tiene nada de malo, pero el contacto permanente con personas afines y el no escuchar opiniones variadas, acartona las ideas, limita la imaginación, aleja de la gente corriente, del pueblo, y enciende la mecha del desprecio al oponente. Se empieza así y se acaba en la basura de Internet.

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Por Jesús Miguel ALONSO CHÁVARRI

Sobre el autor


junio 2005
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