El Ayuntamiento de Logroño acaba de anunciar que no empadronará cierto
tipo de inmigración, por estar superándose la capacidad de acogida de
la ciudad. Con este anuncio, que es más bien una alerta, no hace sino
acompañar con hechos el pensamiento de la inmensa mayoría de los
ciudadanos, que ven con preocupación cómo el buen criterio de los
riojanos, a la hora de aceptar solidariamente la llegada de
inmigrantes, puede transformarse en una fuente de problemas, si
continúa la llegada desmedida de personas y se sobrepasa la capacidad
de acogida; y, si esto ocurre, lo que era llegar a Logroño para mejorar
la calidad de vida, o salir de la miseria, puede convertirse en vivir
en un ghetto, en una ciudad degradada, conflictiva, sin seguridad y sin
trabajo.
Parece sensato que un 15 por ciento de población inmigrante, aunque el
porcentaje real seguramente es mayor, comience a hacer saltar las
alarmas, antes de que la situación se deteriore y lo que es,
razonablemente, una convivencia amistosa se transforme en grave
desencuentro, porque, no nos engañemos, cuando llegue una de las
habituales y cíclicas crisis económicas, todos la sufriremos, pero
especialmente el mundo de la inmigración, lo que podría llevarnos a
padecer el «mal francés» del ¡Arde París!
Sería deseable en un tema como éste, en el que la opinión de la
ciudadanía converge abrumadoramente con la del Ayuntamiento, y en el
que nos jugamos el modelo de ciudad para todo este siglo, contar
también con la oposición, que supongo hará un análisis similar de este
problema, y dejarlo, a ser posible, fuera de la lícita lucha política,
pues lo contrario podría tener un coste muy elevado para todos.
Llama la atención, dentro del respeto y buen trato general al
inmigrante, por parte de la sociedad riojana y española, la
contradicción que anida en algunos sectores relacionados con la
Iglesia: Por una parte, me consta el esfuerzo de grupos católicos,
Cáritas, parroquias, etc., por ayudar en la integración de estos
colectivos, como no podía ser de otra manera; pero por otra, muchos
colegios concertados se resisten a aceptar el número proporcional de
inmigrantes que les corresponde -leí en la prensa que esa ha sido una
de las causas para no llegar a un acuerdo con el gobierno acerca de la
LOE- lo cual causa enorme perplejidad, si se tiene en cuenta que la
intención de los fundadores de la mayoría de órdenes religiosas
enseñantes fue, precisamente, acoger y ayudar a los niños pobres.