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Las guerras de Dios

Las guerras tienen mucho de misterio, sobre todo ahora, que todas quieren ser justas. Los que nacimos y pasamos la infancia en aquella posguerra inacabable sabemos que de la Guerra -así, con mayúscula, sólo podemos referirnos a la española guerra civil, esa que, al fin, habíamos conseguido olvidar y ahora nos fuerzan a recordar- se hablaba en voz baja, pues oficialmente era ‘Cruzada de Liberación’, una soberana estupidez de nombre, al igual que el grado del general Franco, nada menos que ‘generalísimo’.

Confieso que de niño, cuando estudiaba historia -entonces los niños estudiábamos historia- me costaba creer que algunas guerras durasen tanto: ‘La guerra de los 30 años’, ‘La guerra de los 100 años’ y me parecía algo antiguo e impropio de la modernidad; una guerra moderna era una acción que se montaba con rapidez, se luchaba y se ganaba, o se perdía, y a otra cosa, que no estaban los tiempos para perderlos guerreando. Mas hete aquí que llegan los árabes y los israelíes, en pleno siglo XX, y se enzarzan en una guerra que dura ya ¿cuánto? ¿Sesenta años? ¿Ochenta? Y, además, es una guerra que nos obliga a todos a tomar partido, pues es una guerra habitual en las conversaciones, ya que aparece metódicamente y de forma cíclica en los telediarios, y uno se plantea ¿qué soy yo, pro israelí o pro árabe? Y, en la reflexión, considera que la única democracia del oriente próximo es el estado de Israel, por lo que, con la lógica occidental, uno debería ser partidario de los israelitas; además, la formación cristiana participa -o participaba, más bien- de la Historia Sagrada de los judíos y nos resultan cercanos y comunes sus profetas, y, por si fuera poco, estuvimos 800 años en guerra con los musulmanes, guiados por Santiago Matamoros. Claro que, por otra parte, España es amigo tradicional de los árabes, aunque no sé quién inventó esto ni por qué, y es más progresista -eso dicen los partidos de izquierda- ser partidario de los árabes, supuestamente más débiles y oprimidos.

Sin embargo, todas estas reflexiones son minucias, ante la dimensión religiosa de la inacabable guerra del oriente próximo, una guerra que los musulmanes consideran santa, en la que morir lleva directo al paraíso, y que algunos acaban de proclamar necesaria hasta reconquistar todos sus antiguos territorios, incluido ‘Al-Ándalus’; y como a los judíos también su libro sagrado les impele al ‘ojo por ojo’ con el enemigo, resulta que a todos les ordena Dios continuar la guerra. ¿Y qué Dios es aquí el verdadero?

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Por Jesús Miguel ALONSO CHÁVARRI

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