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BELMONDO, LA CHICA Y EL TEATRO

Confieso que siempre me ha atraído el teatro, incluso hubo una época enque yo quería ser como Valle Inclán, aquel “nuestro gran D.Ramón de las barbasde chivo”; mi amigo Carmelo también, aunque él, que era inteligente, se conformócon dejarse la barba, como el escritor, y copiar su imagen, desde que bordó elpapel de D. Estrafalario en el esperpento “Los cuernos de D.Friolera”, yo, queno bordé al coronel, ¡qué ingenuo!, intentaba escribir como Valle. Antes, deadolescente, yo quería ser actor, pero de cine, como Jean Paul Belmondo en “Elhombre de Río”, la película que estrenó, en Logroño, el cine Olimpia, aquellasala de sueños que se llevó a mejor vida la construcción de la Gran Vía; enrealidad, todos los amigos del preuniversitario de los escolapios queríamos serBelmondo, e imitábamos su estilo descuidado y sus gabardinas, pero nuncaconseguíamos a la chica, ¡con lo fácil que a él le resultaba!, quizás por esocambié al teatro, hasta que comprobé que, también en el teatro, la chica seguíaprefiriendo a Belmondo, o a Juan Diego, que venía a ser lo mismo.

De aquella época me quedó el amor porel teatro, sus focos y candilejas, sus bambalinas… Por diez pesetas veía losgrandes estrenos madrileños, eso sí, aplaudiendo cuando el director de la claquelo ordenaba, y compartía con amigos aventuras de teatro universitario ylecturas de la revista “Primer Acto”. Por eso me extrañaba que, estos últimosaños, a pesar de que aún escribía comedias para que las representasen mis amigos,prefería ir al cine. No sabía por qué, pero era una realidad que el teatro yano me entusiasmaba, y este hecho me desconcertaba. Hasta que creo haber descubierto el motivo de mi desconcierto, alleer la programación del Bretón, que, dicho sea de paso, es excelente y trae anuestra ciudad el mejor teatro del país, pero el teatro va por donde va, y noprecisamente para ganar espectadores. En esta programación, como en las detodos los teatros, abundan los monólogos y las obras con dos, tres o cuatroactores: casi todas; si uno quiere ver acción teatral y movimiento de actoresha de ir a ver alguna compañía nacional subvencionada, o con actores en nómina,y éstas son escasas. Para mí, las obras teatrales con pocos actores, en generaly salvo excepciones, como alguna genial interpretación de Ricardo Romanos,pierden mucho.

Quizás yo no andaba tan descaminado,cuando quería ser como Belmondo en “El hombre de Río”, aunque él se quedase siemprecon la chica.

“ALONSO CHÁVARRI”

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Por Jesús Miguel ALONSO CHÁVARRI

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