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La plazuela perdida

RECETAS PARA UNA CRISIS

Ahora que la crisis económica se muestra en toda su crudeza, o en todo su esplendor, nunca se sabe, y el Gobierno necesita dinero, voy a dar unas ideas para que el Ejecutivo consiga cuadrar las cuentas sin el temido déficit, o sea para ahorrar.

El primero en dar ejemplo ha de ser el gobernante, y si un presidente necesita veinte asesores, porque no está preparado en casi nada -¿es cierto que en una Comunidad, vecina a la nuestra, el presidente tiene veintidós asesores?- la solución no es contratarlos, sino cambiar al gobernante por otro que sólo necesite la mitad.

Partidos políticos y sindicatos deben ser los siguientes en fomentar el ahorro y, para ello, lo primero ha de ser financiarse sólo con las cuotas de sus afiliados y, después, suprimir esa figura del “liberado” que tanto dinero cuesta y tan mala imagen da.

La Seguridad Social también puede ahorrar mucho dinero, comenzando por dejar de ser el paraíso internacional, donde llegan para operarse gratis enfermos y jubilados de medio mundo, y continuando por establecer una franquicia simbólica, aunque sólo sea de un euro, por acto médico y por receta, para evitar la ligereza en el uso de la sanidad.

Se puede continuar ahorrando energía, y nada mejor que comenzar recuperando la sensatez con el termostato, en aquellos edificios públicos y oficinas que en verano tienen 20 grados y en invierno 25, en un ridículo intento de cambiar el fluir estacional. Y como todos deberíamos ahorrar energía, tampoco estaría mal olvidar, por una temporada, esa obsesión viajera que, de un tiempo a esta parte, nos invade a los españoles.

La Iglesia también puede dar ejemplo, renunciando a la subvención gubernamental y financiándose con el óbolo de San Pedro, o sea con las aportaciones de los fieles que usamos sus servicios; y puede ahorrarse mucho dinero regresando a los tiempos en que, si uno quería enseñanza privada, se la pagaba.

Y podríamos continuar ahorrando, si suprimimos las campañas electorales, a cambio de debates televisivos; o si dejamos de subvencionar mil asociaciones de pelaje variado; o si suprimimos fastos, no siempre necesarios, y viajes a lugares disparatados; o si…

A mí, en un rato, se me han ocurrido todas estas formas de ahorrar; imagínense lo que pueden conseguir todos los técnicos ministeriales, puestos a pensar. Y si no se les ocurre nada, siempre podemos ahorrarnos sus sueldos. Menos da una piedra.

“ALONSO CHÁVARRI”

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Por Jesús Miguel ALONSO CHÁVARRI

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