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La plazuela perdida

VIOLENCIA ESTUDIANTIL EN LOGROÑO

Lo de estudiantil es un decir, porque estudiar, lo que se dice estudiar, estos individuos violentos, a los que me voy a referir, no creo que lo hayan hecho nunca. Todo comenzó con una invitación a la huelga y a la manifestación en la capital de La Rioja, convocada por algo parecido a sindicatos o agrupaciones de estudiantes; ya se sabe, manejo información de aquí y de allá, lo cuento a jóvenes, con mucha vehemencia, mezclo churras con merinas y, ¡hala!, los estudiantes de los institutos de Logroño a la huelga. Hasta aquí nada nuevo, como tampoco son nuevas la concentración y la manifestación en el centro de la ciudad, para dar unos gritos y que se les vea.

Lo novedoso de esta jornada “de lucha” es que, en un momento determinado, unos cientos de muchachos de los distintos institutos riojanos -es un suponer, aunque me cuesta creer que todos fueran estudiantes- irrumpan en un centro educativo, dirigidos por una docena de impresentables, éstos cubiertos con capuchas y bufandas para no ser reconocidos, con la intención de llamar esquiroles a sus compañeros que han decidido no secundar la huelga y, ya puestos, disfrutar un poco rompiendo cosas, que esto de romper “pone mucho” a los “inteligentes” de la capucha.

Esta docena de descerebrados – ¿acaso eran el servicio de orden de los supuestos sindicatos?-, por lo que se vio, muchachos expertos en esta especie de guerrilla urbana, se dedicaron a destrozar mobiliario y útiles escolares con saña, en esa nueva costumbre de adolescentes asociales que ha hecho medro. Lo que más me llamó la atención fue el objeto de su ira sin sentido: las taquillas donde guardan los libros sus compañeros, los paneles con los trabajos escolares y ¡las plantas y las flores! Es decir, lo que tiene que ver con la cultura y la belleza; como si a estos pocos encapuchados les molestase que sus amigos fuesen capaces de aprender unas cosas y admirar otras.

Si ha habido una generación de estudiantes marcada por huelgas y manifestaciones en la universidad, ha sido la mía, pero no recuerdo que jamás rompiéramos nada. El principal don que proporciona el estudio es el sentido común, por eso decía que estos ababoles encapuchados no deben haber estudiado nada. Sin embargo, su comportamiento me recordó las palabras de aquel otro: “cuando oigo la palabra cultura”, hecho mano a la pistola”. Y es que el fascismo siempre presenta la misma cara; la diferencia es que aquellos de la pistola sabían que lo eran, y estos aprendices encapuchados ni siquiera saben que son fascistas.

“ALONSO CHÁVARRI”

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Por Jesús Miguel ALONSO CHÁVARRI

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