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CRISIS, LAICISMO Y DEBATES SOBRE SEXO

Es muy conocido el dicho: “En épocas de crisis, no hacer mudanza”. Lo que no está escrito es que en épocas de crisis haya que enrocarse y hacer ostentación de las ideas más arcaicas. Y es que, últimamente, proliferan en tribunas de prensa, columnas y cartas al director, de repente y con todo el derecho, ideas conservadoras, respetables, igual que las opuestas, pero con llamativa reiteración sobre temas ya debatidos hace años, relacionados con el sexo: aborto, anticonceptivos, etc. No voy a entrar a dar mi opinión sobre estas cuestiones -personalmente me aburren- que utilizan tirios y troyanos para arrimar el ascua a su sardina: unos, para desviar la atención del desempleo; otros, para defender no sé qué posiciones, aunque algunos se quemen electoralmente con el ascua.

Vienen a mi memoria las palabras de Rafael Azcona: “Nada es más insoportable para el ser humano que la felicidad ajena, por eso en gran parte de nuestra historia ha habido una sistemática represión del placer y de la felicidad”. En esta represión de la felicidad terrenal, ha tenido mucho que ver la Iglesia católica, enredada en cuestiones doctrinales secundarias, más que en las primarias de paz, amor e igualdad entre los hombres; y el recuerdo de esa represión de la felicidad no es nada agradable. Es la misma sensación que vuelvo a tener con estas bizantinas y aburridas discusiones sobre la píldora del día siguiente, sobre si es abortiva o anticonceptiva y demás detalles, para mi, intelectualmente obscenos.

Los católicos tenemos el derecho de seguir las indicaciones de nuestra Iglesia, pero los políticos, en su función legisladora, no deben tener ese derecho, mucho menos el deber, pues sería legislar sólo para una parte de los ciudadanos. El estado laico, de hecho no de palabra, es una necesidad, pues a la mayoría de las personas suelen parecerle absurdas todas las religiones, excepto la propia; y los políticos no deben dejarse contaminar, en la función legisladora, por sus creencias, que, para los no creyentes o los creyentes en otra opción religiosa, son sólo humo.

Los partidarios de seguir reprimiendo la felicidad ajena, y supongo que la propia, están en su perfecto derecho a decirlo en los foros que consideren oportunos, pero los políticos no deben caer en el error de hacerles caso, porque el ser humano desea ser feliz y seguirá castigando en las urnas a quien intente coartar su felicidad. Si un partido político no da sensación de laico, es difícil que gane unas elecciones, aunque la crisis haga caer chuzos de punta.

“ALONSO CHÁVARRI”

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Por Jesús Miguel ALONSO CHÁVARRI

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