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La plazuela perdida

EL CAPITÁN TRUENO

El otro día, un amigo psicólogo se extrañaba de que yo siguiese con gusto la serie de televisión “Águila Roja”; más se extrañó con mi justificación: “Es que me recuerda al Capitán Trueno”, incapaz de asignar valores positivos a los antiguos y famosos tebeos del capitán –no le dije que todavía hojeo algún cuadernillo de la vieja colección, cuando el sueño tarda en acudir a mi cama-.

Una gran parte de los viejos lectores mete en el mismo saco a todos los tebeos –me horroriza la palabra “cómics”, aunque parece que aporta más dignidad al fascículo– y es un error, pues, aunque fuera lectura para niños, los había deleznables, desde cualquier punto de vista, insulsos –ni buenos ni malos- y educativos; en este último grupo incluyo al Capitán Trueno. Supongo que algún experto en educación infantil considerará una blasfemia incluir como “educativos” a unos relatos violentos, repletos de luchas y mamporros, y en los que se exalta la religión y el nacionalismo español, pero está comúnmente aceptado que este tipo de violencia, tan alejada de la realidad, es bastante inocua, en contraste con esa otra violencia cotidiana, reinante en muchos de los actuales videojuegos, películas, telediarios y series de televisión –y en la vida diaria-, que puede marcar psicológicamente al individuo; en cuanto al orgullo de ser español, también lo introduce Pérez-Reverte, en sus novelas, y, en los tiempos que corren, parece hasta conveniente.

Estos relatos del héroe que siempre defendía a los débiles y desfavorecidos, en contra del poderoso, en esa lucha eterna del bien contra el mal, de Eros contra Tánatos, contrastan con los actuales –en realidad los actuales relatos son videojuegos- en los que el bien y el mal quedan difuminados, cuando no subvertidos, haciendo un flaco favor a las nuevas generaciones de niños adictos, pues muchos, desgraciadamente, acaban no teniendo claro qué está bien y qué está mal. Desde mi experiencia lectora, el gran logro de Víctor Mora, creador del Capitán Trueno, es la dignidad de su lenguaje, el buen uso que hace del idioma, el tono lírico de muchas descripciones, así como el didacticismo general de los relatos; en el fondo, no dejan de ser parte de un gran libro de viajes, que nos mostraba el mundo, a una edad en la que casi todo era desconocido.

Es frecuente, en la presentación de algún libro, que pregunten al autor cómo comenzó su afición a escribir, y la respuesta suele ser que comenzó con la lectura. En mi caso, he de añadir que esa afición a la lectura nació con los buenos tebeos. Con el Capitán Trueno.

“ALONSO CHÁVARRI”

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Por Jesús Miguel ALONSO CHÁVARRI

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