Mi amigo Berengario anda preocupado. Desde siempre, además de leer, le daba por pensar, a pesar de que su suegra le decía, como una cantinela: “No leas ni pienses tanto, que no puede ser bueno”, pero él, erre que erre, dale que te pego a pensar. Así que su mujer, con buena intención, le enseñó a navegar por Internet, más que nada por quitarle de esos pensamientos excesivos, pero le salió el tiro por la culata. Ahora, conoce una página en la que puede leer toda la prensa del mundo y, claro, con tanta información, piensa mucho más que antes y anda preocupado.
Es por la voladura de la Cruz de los Caídos. Y es bien raro, porque Berengario nunca ha sido de meterse en política. Él seguía al pie de la letra las palabras de su difunto padre: “La política para quien viva de ella, tú, hijo, a trabajar, que es lo importante”, pero ahora, con eso de Internet, se ha creído que van a volar el Valle de los Caídos y dice que eso es sólo el principio. Yo le intento hacer ver que no van a volar nada, que los monumentos sólo los vuelan los talibanes, pero él no cede; dice que los del foro ese de la memoria mandan mucho, que el Gobierno les da lo que quieren y que, si se empeñan en volar algo, ya se puede preparar la dinamita. Además, dice –y eso hay que reconocer que lo tiene bien pensado- que, por la misma razón, querrán volar el Arco de Triunfo de la Moncloa, los Nuevos Ministerios, el Palacio de El Pardo, y puede que hasta el Escorial, que lo hizo Felipe II, un rey muy dictador y que guerreaba por la religión, como Franco; eso sí, también dice que en La Rioja no tenemos mucho de que preocuparnos, porque lo único que podrían querer volar, esos de la memoria, es el antiguo hospital San Millán, que lo inauguró Franco, y, como ya está tirado, nos ahorramos los explosivos; aunque tiene sus dudas con el caballo de Espartero, que, en sus atributos, se parece mucho a un caballo de Franco de no sé dónde. Yo le digo que no se obceque, que esos de la memoria no son mala gente, y él erre con que no, que no dejan en paz ni a los muertos, y que a ver si van a querer volar el museo del Prado, el Bernabeu o el mismísimo frontón Adarraga, que Javier Adarraga entró en las vascongadas con el ejército de Franco.
Y es que Berenga –así le llamamos los amigos, aunque algunos le dicen Beren- piensa y lee demasiado, y casi todo el mundo sabe, como su suegra, que eso no lleva a nada bueno. El ejemplo está en D. Quijote, que, de tanto leer y pensar, perdió la memoria. Otros la han encontrado y piden dinamita. Para volar monumentos, como los talibanes. ¡Qué cosas!
“ALONSO CHÁVARRI”