Mi amigo Edelmiro es una persona sensata, reflexiva y poco dada a la violencia verbal. Es cierto que había bebido algunos vasos de Rioja, como todos, pero, aún así, me extrañó la violenta rotundidad de su frase: “Esto se arreglaba metiendo a todos en la cárcel”. Así parecía querer solucionar los problemas inherentes a la crisis que nos golpea con saña y que se muestra como el rayo que no cesa. No dijo a quienes incluía en ese “todos” tan sonoro y que se presta a tanta especulación; porque podía referirse a todos los miembros del Gobierno, que tanto tardó en reconocer la crisis y se entretuvo dilapidando dinero público en planes sin sentido; o tal vez quería señalar a todos los diputados del Congreso, que no habían sabido controlar eficazmente al Ejecutivo; o quizá quería aludir a todos esos políticos regionales, que habían dejado en la ruina a las comunidades autónomas de media España; o puede que metafóricamente mandase a la cárcel a todos los ciudadanos españoles, por dejar en manos de incompetentes el gobierno del país. La verdad es que me sorprendió su dicho “Esto se arreglaba metiendo a todos en la cárcel” , porque todo había comenzado con unos comentarios de bodega –ya saben: se empieza probando vino de varias cubas, se compara, se pontifica y se acaba arreglando el mundo- sobre el impuesto de patrimonio, que es ese impuesto con el que casi todo el mundo está de acuerdo porque a casi nadie le va a tocar pagarlo; y, como una cosa lleva a la otra, Primitivo, que es funcionario y ya vio recortado su sueldo, no hace mucho, mostró su temor por unos rumores sobre otro tijeretazo a su amada nómina y a las pensiones, lo cual desató rayos y centellas sobre políticos, banqueros, sindicalistas y demás gentes asociadas, con o sin razón, a la crisis que nos hiere. Uno de los parroquianos solucionaba el problema eliminando el Senado, las Diputaciones, los asesores y los liberados sindicales; otro arreglaba la situación suprimiendo toda clase de subvenciones y prohibiendo gastar más de lo que se ingresa; un tercero se atrevía con la mitad de las competencias de las comunidades autónomas y quería devolverlas al gobierno central; incluso hubo quien arreglaba el país prohibiendo comprar productos extranjeros y cerrando las tiendas de los chinos; hasta que Edelmiro, después de catar un ojogallo transparente, dijo: “Esto se arreglaba metiendo a todos en la cárcel”. Y, aunque no aclaró quienes eran “todos”, los presentes asintieron, dando su conformidad para el encarcelamiento. Es lo que tiene el hablar de política después de haber bebido más de la cuenta: se dicen muchas barbaridades. Claro que también se sabe que quien está algo bebido suele decir las verdades.
“ALONSO CHÁVARRI”