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La plazuela perdida

EL ESTADO DEL MALESTAR Y LA DUQUESA


 

No hace tanto que se hablaba sin parar de todas las maravillas del estado del bienestar en que supuestamente nos encontrábamos, mientras la orgía de compras y gastos, a crédito naturalmente, en que estábamos sumergidos, hacía frotarse las manos a malos banqueros y especuladores, incapaces de atisbar que la fiesta llegaba a su fin. Es lo malo que tiene esta vida de padecimientos o de dichas, nunca se sabe, que todo llega a su fin; y, como escribió Jorge Manrique: “Este mundo bueno fue / si bien usásemos de él / como debemos.” ¡Lástima que no hayamos usado la época de vacas gordas, aunque fuera ficticia, como debimos! Ahora, hemos aterrizado, de sopetón, en la dura realidad del estado del malestar y se nos llenan los pasajes de gente durmiendo en cartones, porque, como decía aquel, el mundo se divide en dos grandes grupos: los que tienen más comida que hambre y los que tienen más hambre que comida; y últimamente han aumentado mucho estos últimos.

Cuando el presidente Zapatero abrió las puertas a la inmigración, con esa ingenuidad característica, que tan pronto atisbó y denunció con su clarividencia habitual nuestro querido filósofo don Gustavo Bueno, y que denominó “pensamiento Alicia”, muchos empresarios y autónomos vieron la ocasión de hacer su agosto, contratando mano de obra barata y llevando a los sueldos hacia abajo, sin caer en la cuenta de que el consumo depende de los sueldos, lo cual vino a ser el degüello de la gallina de los huevos de oro, porque sin un buen sueldo no se consume y llegan las quiebras empresariales y los cierres. En eso estamos y no se sabe qué camino tomar. Hay quien dice que esto se arregla ahorrando y volviendo a la economía de nuestros padres y abuelos: “gano dos y gasto uno”; la duda es qué hacer con ese otro que ahorramos, porque en el banco a lo peor desaparece. ¡Buenos están los bancos! Andan pidiendo limosna a los gobiernos, como antes pedían los pobres por los pueblos: “Una limosnita por amor de Dios”. Otros cantinelan lo de siempre, que hay que trabajar más y cobrar menos, pero a mí no me salen las cuentas. Yo creo que la solución sería volver a los buenos sueldos para que el personal consuma, pero parece que no están los tiempos para eso, que hasta la Duquesa, en su tercera boda, solo ha invitado a tres docenas de personas, como dicen los papeles de la cosa rosa, aunque, eso sí, bailó por sevillanas. Igual es este el camino: gastar menos en comer y bailar más. Yo conozco a alguno que lo lleva haciendo mucho tiempo, lo que no me ha dicho es si come menos para bailar mejor, o si baila más para olvidar que no tiene para comer. ¡Vaya usted a saber!

“ALONSO CHÁVARRI

 

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Por Jesús Miguel ALONSO CHÁVARRI

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