Eva Amaral tiene una voz maravillosa, de esas que, por sí solas, hacen triunfar al grupo musical en el que se muestran –Amaya Montero tiene otra de esas voces, aunque siempre he tenido debilidad por la voz de la cantante de ópera Gundula Janowitz-, pero, si saco a relucir a Eva Amaral en estas líneas, no es por su voz aterciopelada sino por la letra de una de sus canciones, en la que el estribillo habla de sus amigos; la canción dice: “(…) la echaron del trabajo sin saber por qué (…) aquella misma tarde fuimos a celebrarlo. Ya no tendrás que soportar al imbécil de tu jefe ni un minuto más (…)”. Es bien sabido que las canciones, especialmente en tierra de jotas, suelen hablar al revés –eso decía mi difunto tío Julián, que era sordo y componía mentalmente larguísimos romances sobre crímenes de afrancesados e historias de romeros-, porque en los tiempos que corren, con la tasa de paro cuesta abajo y sin freno, muchos desearían soportar al imbécil de su jefe bastante tiempo más.
Este guiño humorístico de la canción de Amaral es muy saludable, ya que si no ríes, ante estas situaciones que provoca el desempleo, no te queda más remedio que echarte a llorar, porque se dan desastres personales y familiares de lo más variopinto: algunos desempleados tienen suerte y cobran algo del paro; a otros no les toca recibir subsidio y malviven como pueden; y hay quienes sí trabajan, pero no cobran o cobran un mes sí y tres no, en un intento de alargar la situación laboral por si ocurre el milagro que nunca llega. Y yo, francamente, no veo a muchos políticos a la altura que exigen las circunstancias: siguen, por ejemplo, sin querer suprimir el Senado u otras instituciones, que maldita la falta que hacen –por cierto, circula por Internet la propuesta de dejar vacío el sobre del voto al Senado en las próximas elecciones para forzar su desaparición-; incluso a algunos políticos se les ocurren ideas que a mí me dan miedo, como la propuesta socialista de cambiar el sistema de acceso al funcionariado. Y me da miedo porque la izquierda y los sindicatos, no sé por qué, suelen poner la zancadilla al sistema de libre oposición que, mientras no se demuestre lo contrario, es el sistema más justo para acceder a las administraciones públicas, aunque exige trabajo y sacrificio de los aspirantes; el progresismo y lo bueno para el país no es que tengan la misma oportunidad el trabajador y el vago, el inteligente y el que no lo es tanto, sino que a los puestos de responsabilidad vayan a parar los mejores y no tenga sentido hablar de “el imbécil de tu jefe”. Y parece que esto no les gusta demasiado. No quiero imaginar que sea porque no pueden controlar el proceso; eso sería pensar mal.
Mejor sigo escuchando la voz de Eva Amaral, que es una mujer que se hace querer y pone un punto de humor en estos temas del paro. Tan dolorosos.
“ALONSO CHÁVARRI”