Sí, debo de estar haciéndome viejo. No me refiero a la vejez física, que de esa no escapa nadie, sino a la vejez mental, esa edad que se calcula por la manera de afrontar la vida. Empiezo a percibir detalles que lo corroboran y hacen que esté dejando de ser lo que se llama “un hombre de mi tiempo”. El primer síntoma es que no soporto a los humoristas de televisión; si, de acuerdo, algún “gag” puede hacerme gracia, pero no los resisto diez minutos. Antes no me ocurría. Me lo pasaba bien con Gila, Tip y Coll e, incluso, con Eugenio, pero los de ahora no me gustan nada; y, si me quieren torturar, no tienen más que obligarme a ver “El club de la comedia”: esos espantosos monólogos que se me aparecen hechos por guionistas sado-masoquistas. Al principio, pensaba que simplemente eran malos, pero enseguida deduje que no podían ser todos malos, que el raro debía de ser yo, porque el público los ve a gusto y no iban a perder, todos los espectadores, su inteligencia humorística de repente. Así que tenía que ser eso, que me estoy haciendo viejo. Luego, observé que me pasaba lo mismo con los programas de variedades, con los concursos, con los “reality” –aunque esto es más comprensible- y con la mayoría de las series. Supongo que es la vejez mental, porque tanta gente no puede equivocarse.
Otro síntoma es que recibo las noticias con un cierto distanciamiento, por ejemplo, esta mañana no me ha dado ningún soponcio, al escuchar que la fiscalía estaba investigando más de setecientos casos de corrupción –creo que eran 264 casos en el PSOE, 200 en el PP, etc., etc., no sé si se salvaba alguna sigla-; primero pensé que había oído mal o que se habían equivocado, pero, al comprobar en Internet que el dato era correcto, lo único que sentí fue extrañeza y una ligera sensación de desamparo; y me puse a pensar en cuántos casos habría en realidad, porque es de suponer que la mayoría de los corruptos no se dejan sorprender en sus corruptelas. ¿Habrá dos mil? ¿Tal vez cinco mil? ¿Quizá diez mil? Y no me dio un soponcio, como les habrá dado a los de mente joven y abierta. Claro que, bien pensado, tampoco he visto a los jóvenes demasiado revolucionados ni corriendo a gorrazos a los sospechosos, como sería su merecer. Igual no soy tan viejo mental como creía, porque en las Cortes ha habido varios discursos alabando la general probidad de la clase política; será que setecientos casos investigados no son muchos y mi reacción, mejor mi ausencia de reacción, es normal. Quizá no esté todo perdido y yo siga siendo “un hombre de mi tiempo”. La próxima semana prometo que intentaré ver “La hora de José Mota”. Hasta procuraré reír, cuando diga eso de “Tíooooo de la vaaaaraaaaaa…”. Porque la mayoría no puede estar equivocada. Los setecientos, sí.
“ALONSO CHÁVARRI”