“Hay golpes en la vida, tan fuertes… ¡Yo no sé!” Así comienza un duro poema del escritor peruano César Vallejo, siempre preocupado por el sufrimiento del hombre, que intuyo se refiere a esos tremendos golpes que cambian la vida de las personas y que tienen que ver con la salud. Los golpes que no tienen que ver con la salud no dejan de ser contratiempos, ligeros “jabs”, aunque se nos aparezcan como ganchos feroces que nos envían a la lona. La sabiduría popular lo dice mejor: “Todo tiene arreglo, menos la muerte”, y es bien sabido que nadie muere de escasez de dinero y, mucho menos, de amor, aunque la falta de liquidez, que es como se llama ahora a ser pobre, hace que se muera el amor. Nada hay más peligroso para el amor que una cuenta corriente en números rojos; el “contigo pan y cebolla” no sirve ya ni para los culebrones de televisión, que son unas series muy largas, en las que casi nunca pasa nada y donde aparecen millonarios, que los ricos también lloran y, sobre todo, se enamoran. Últimamente, al género humano le da por casarse por amor y descasarse por aburrimiento, aunque dicen que la crisis ha hecho disminuir el número de divorcios, que no están los tiempos como para gastarse una pasta en juicios y abogados, para poder tropezar, otra vez, en la misma piedra. Las bodas por amor tienen buena prensa y mucho merengue, pero luego pasa lo que pasa y ha de venir el poeta de guardia a recordarnos lo de “¡Dios mío, este es aquel! ¡Dios mío, esta es aquella!”. Mi primo J. que es una persona muy sensata, además de experto en vinos, siempre recomienda no casarse por el interés, sino hacerlo por el capital. Cuando uno se casa con una belleza, siempre la acaba perdiendo, pero si se casa con una propiedad, nunca le va a defraudar porque siempre estará allí, ya lo dice el refrán: “El que bien se casa, bien se lo pasa”. Hay quien sostiene que las bodas arregladas resultan mejor, pero yo estoy más con la opinión de mi abuelo, que aconsejaba a una vecina, llena de dudas la víspera de su matrimonio, con las palabras: “Mira Crucifixión, no des más vueltas al asunto porque, hagas lo que hagas, te habrás de arrepentir”. El matrimonio es algo parecido a la bolsa, uno puede estudiar muy bien la inversión, pero luego el Ibex puede salir por peteneras, pues ya se sabe que la bolsa, como la lotería, es un juego en el que algunos ganan, pero son siempre los mismos. Los adictos a la especulación bursátil no la llaman juego, sino inversión, que suena más a actividad seria, pero, en el fondo, es como jugarse unos euros a que gana Titín, pero con menos probabilidad de acertar y, si no, que se lo pregunten a los accionistas de Bankia. Menos mal que ahora el personal es de otra manera y no le da por tirarse desde las ventanas, como en Wall Street durante la crisis del veintinueve, porque si no, no nos iba a servir de nada arreglar, otra vez, el adoquinado dela GranVía.
“ALONSO CHÁVARRI”