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La plazuela perdida

AL ESTE DEL EDÉN

 

         Dicen que no hay que mentar la soga en casa del ahorcado, pero a este condenado, que es España, le están apretando el cuello, poco a poco, y el dogal ya comienza a hinchar su rostro. Han quitado los escoltas a los jueces, se prepara una subida del IVA reducido, se habla de medicamentos, como el bisolvón, que dejarán de ser pagados porla SeguridadSocial        –miedo me da el precio que pueden alcanzar, pues es bien sabido que los medicamentos que salen del paraguas dela Seguridad Socialpueden triplicar su precio, eso dice mi farmacéutico cuando me asusto por las subidas-; a mí, estas alzas de los precios me parecen un robo, pero ya escribió Quevedo:

“Toda esta vida es hurtar,

no es el ser ladrón afrenta,

que como este mundo es venta,

en él es proprio el robar”.

Es el precio que hay que pagar por el rescate, que no tenía precio, a los prestamistas europeos, que se me aparecen como esos personajes de Dickens, gordos y usureros, que cuentan las monedas mientras envían a otros a la mendicidad.

¿En qué ha quedado la utópica idea de Europa? No en una unión económica, con igualdad fiscal, laboral y social, sino en reinos de taifas, que hacen y deshacen a su antojo, con permiso del califato, sólo preocupado por cobrar sus tributos y su derecho de pernada; y donde se dan situaciones estrafalarias, como que el país que va bien tenga dinero barato, mientras que el que pasa por problemas lo tenga cinco veces más caro, para ayudarle a hundirse definitivamente. Ahora, comenzamos a tener el rostro hinchado por esa soga que nos aprieta el gaznate, cada vez un poco más, hinchado y colorado, pero no con la hinchazón rojiza, propia de la rubicundez de quien está ahíto, porque le sobra de todo y abusa –esa se me antoja la imagen de nuestros prestamistas-, sino la de aquel a quien empieza a faltar el aire y tiene dificultades para respirar. Y los que debían estar al cuidado del paciente, aquellos a quienes se les encargó que vigilasen sus constantes vitales, se han aplicado los versos:

 “Quedeme y olvideme,

  (…) cesó todo y dejeme,

 dejando mi cuidado

 entre las azucenas olvidado”.

San Juan dela Cruzsiempre es un consuelo, aunque, a veces, echamos en falta al Ángel del Paraíso, expulsando a unos cuantos con su espada flamígera y enviándolos al este del Edén. Con Caín.

                                              “ALONSO CHÁVARRI”

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Por Jesús Miguel ALONSO CHÁVARRI

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julio 2012
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