El dinero no cesa de aparecer en la primera página de los periódicos en estos momentos en que escasea, aunque propiamente el dinero siempre escasea: escasea para el parado que ha de estirar sus cuatrocientos euros -o para la parada mayor de cincuenta y cinco a quien le quitan esos cuatrocientos y ha de quedarse todo el día viendo la tele, esa televisión autonómica innecesaria que se lleva su dinero-; escasea para el mileurista que no puede pagar una hipoteca, si hubiera un banco que se la concediera, pero no para los partidos políticos , que siguen recibiendo subvenciones públicas, como los millones que se reparten en el B.O.E. del 21 de junio; escasea para los funcionarios que perdieron su paga de navidad, pero no para los sindicatos, que continúan sin querer vivir de las cuotas de sus afiliados; escasea para casi todos y todos lo desean porque, como dicen los versos del Arcipreste: “Si tuvieres dinero, habrás consolación, / placer y alegría y del Papa ración, / comprarás paraíso, ganarás salvación; / tener mucho dinero, es mucha bendición”. También escasea para ese diputado que las pasa canutas para llegar a fin de mes con sus cinco mil euros del ala, incluso escasea para la ociosa jet-set, que hay overbooking de yates en los concesionarios de segunda mano. Mi abuelo decía que el dinero es un mueble que no molesta nada y, aunque todos sabemos que no da la felicidad, es lo único que compensa de su falta, como escribió Benavente. Donde más escasea es en esas autonomías que siguen con sus gastos de embajadas y televisiones, o dando empleo a sus amigos, y luego han de pedir miles de millones a ese fondo de liquidez autonómica, que se ha inventado Rajoy porque no se atreve a poner orden en los gastos periféricos y prefiere prestarles lo que quita a parados, funcionarios y pagadores del IVA, no sea que se enfaden en los reinos de taifas; además, ya se sabe que perro no muerde a perro. Detrás del dinero corren muchos, como las aseguradoras, que ofrecen pólizas de bajo coste a los inmigrantes que han perdido la tarjeta sanitaria, sin caer en la cuenta de que, si la han perdido, es porque no pueden trabajar y, por lo tanto, ingresar, pero la llamada del dinero es ciega, como ciegos parecen haber sido los sujetos corruptos, que han llenado y llenan la vida política y social de los últimos tiempos y que hacen buena la pregunta de Juvenal: “¿Qué importa la deshonra si se salva el dinero?”. Ahora llega la señora Merkel con una embajada de importantes empresarios, para reunirse con sus homólogos españoles, todos llenos de dinero. La duda es si vienen a traérnoslo o a quitárnoslo. ¿Usted por qué apostaría?
“ALONSO CHÁVARRI”