Llama la atención que la ley hipotecaria española date de principios del siglo XX, cuando los derechos laborales y ciudadanos dejaban tanto que desear; y llama mucho más la atención que, habiéndose cambiado prácticamente todas las leyes de esa época, siga en vigor esa ley que permite desahucios por impago y que no permite la dación del piso como pago de la deuda hipotecaria –dación que sí está contemplada como pago de la deuda en Estados Unidos, que no es un país comunista precisamente-. Podría pensarse que esta ley, tan beneficiosa parala Banca, no se ha cambiado por alguna clase de connivencia entre los banqueros y la dictadura del general Franco, pero es que tampoco tuvieron intención de cambiarla los gobiernos de la democracia, durante treinta y cinco años, tanto de derechas como de izquierdas, lo cual es bien raro, tratándose de una ley de apariencia tan injusta, en la que la entrega del piso no es suficiente para saldar la deuda contraída para pagar dicho piso. ¿Por qué no han intentado, los gobiernos españoles, el cambio de esta ley?
Mi amigo Silverio, que es bastante exagerado, además de psicólogo, dice que la inmensa mayoría de los males económicos que nos afligen tienen su origen en las relaciones entre políticos y banqueros; dice que, por no saber, no sabemos ni si los partidos han devuelto todos los préstamos electorales quela Bancales hizo. También dice que políticos y sindicalistas, entre otros, se han cargado las cajas de ahorro y nos han obligado a sanearlas con nuestro dinero; y que el origen de la crisis económica está en esa relación, nada clara, entrela Políticayla Banca–ya digo que Silverio es un poco exagerado-.
Como no hay mal que por bien no venga, han sido unos suicidios, por causa de desahucio, los que han tocado la conciencia de los políticos, lo que, además de corroborar que Silverio es un exagerado, pues siempre está diciendo que los políticos no tienen conciencia, ha permitido que, por fin, se reúnan populares y socialistas para poner freno a la ola de desahucios y dramas colaterales que nos invade; aunque hay quien dice que estas reuniones se deben únicamente a la buena relación personal entre las dos portavoces parlamentarias, las Sorayas, y que no nos hagamos ilusiones de que, al fin, los dos grandes partidos vayan a unir sus fuerzas por el bien de España. ¡No caerá esa breva! Que populares y socialistas unieran sus fuerzas para resolver los grandes problemas del Estado no sería difícil, sería un milagro.
En fin, fuere por la causa que fuere, sea bienvenida la negociación para acabar con los desahucios, con esa tendencia que nos permitía parafrasear a Voltaire: “Desahucia, desahucia, que algo queda”.
“ALONSO CHÁVARRI”