Es un hecho que el gobierno español está mandando al garete el estado del bienestar, completando la demolición que comenzó el último gobierno de Zapatero. En su afán por cuadrar el déficit, Rajoy y sus ministros han cogido gusto a la tijera y no paran de recortar, fundamentalmente en beneficios sociales, consiguiendo que España sea un inmenso depósito de parados, cada vez con menor cobertura económica. En ese afán por ahorrar dinero público –casi siempre en el mismo segmento poblacional y sin querer entrar a fondo en la reforma de la administración pública, política más bien, que demanda la ciudadanía-, adoptan medidas de recortes a los parados, a los que empujan, como dice mi amigo Silvestre, a divorciarse.

         Silvestre forma parte de una familia normal, es pensionista y tiene un hijo en el paro –ya saben: ese eterno estudiante que no ha podido o querido irse al extranjero y que intenta, sin conseguirlo, trabajar en España, al igual que su novia, también en paro-; la mujer de Silvestre es uno de esos diecisiete mil riojanos a los que podría afectar la nueva ley, como bien explicaba este diario, porque perdió el trabajo y estaba acogida al subsidio de cuatrocientos euros para parados mayores de cincuenta y cinco años, que además le servía como cotización para su futura jubilación. Ahora, Silvestre, que siempre ha estado muy enamorado de su mujer, dice que no le queda más remedio que divorciarse, si quiere mantener su economía familiar, pues con la nueva ley, que entrará en vigor el veinticinco de abril, es la única manera de que su mujer mantenga la prestación de los cuatrocientos euros, que tanta falta les hace. Y esto le crea un problema de conciencia, porque es católico practicante y dice que va a hablar con el obispo, a ver si le permite un divorcio de mentirijillas, ya que se ve abocado al divorcio, por culpa del gobierno de Rajoy y sus leyes, en las que priman, curiosa y contradictoriamente, los ingresos de la unidad familiar sobre los individuales, esa unidad familiar que a Silvestre incitan a romper.

         Silvestre cree que los parados no deben cargar con el coste de la crisis y que los gobiernos no están enfocando bien el tema del empleo; está harto de que organicen cursos de “buscaempleos” y similares. Si no hay trabajo, no hay, por mucho que enseñen a buscar, que la gente no es tonta y  de donde no hay no se puede sacar. Silvestre se queja de que el gobierno de la nación se ceba con los débiles, mientras que a los que arruinaron a la banca y, de paso al país, no solo no se les mete en la cárcel sino que consiguen puestos importantes en multinacionales; y dice que está esperando a que algún corrupto ingrese en prisión y devuelva lo robado. Silvestre dice que por qué no recortan en las empresas públicas y fundaciones, en las que se colocan los políticos venidos a menos y que sirven de bien poco; o en subvenciones a partidos, sindicatos y patronal; o en sueldos de asesores; o recortando diputados y suprimiendo senadores; o, incluso, eliminando algunas autonomías, así nos ahorramos dinero del fondo de liquidez autonómica, que hastaLa Riojaquiere ya emitir deuda. Silvestre dice que hay muchas maneras de recortar sin que le empujen a divorciarse. Aunque sea de mentirijillas.

                                                       “ALONSO CHÁVARRI”