Supongo que los banqueros no jugarán a la primitiva, como ese afortunado de Alberite que logró millón y medio de euros. A la primitiva o a los euromillones jugamos los que no tenemos otra forma de ilusionarnos con un futuro sin problemas económicos. Los banqueros no lo necesitan porque se organizan jubilaciones VIP, como, al parecer, ha hecho el señor Sáenz, vicepresidente del banco de Santander, que ha dejado su cargo, supuestamente presionado por un fallo judicial, y se lleva, en su fondo de pensiones, la nada despreciable cantidad de 88 millones de euros –sí, sí, euros, no pesetas, que tampoco estaría mal, euros, o sea más de catorce mil seiscientos millones de pesetas-. Y no es el que más se ha llevado en jubilaciones VIP del banco de Santander, hubo quien se llevó más de cien millones de euros, como bien explicaba, hace unos días, nuestro diario. Parece ser que los banqueros se dividen en dos grupos: los que se juntan en el consejo de administración con políticos, sindicalistas y demás y acaban arruinando a sus bancos –o cajas de ahorro, que son algo parecido-, y los que están en bancos, aparentemente más serios, y preparan en ellos sus jubilaciones VIP; algunos intentaron hacer ambas cosas, pero no sé si lo lograron, porque la ética y, sobre todo, la estética estaban en su contra. La ética, ya se sabe, es una cosa que se les pide a los pobres, a veces disfrazada de moral religiosa, pero en las alturas escasea bastante, ya que choca con cierto tipo de prácticas, como estas jubilaciones VIP. Los consejos de administración parece que no ponen pegas a esta clase de hábitos, ya se sabe que “entre gitanos no se venden el burro”, pero ¿se informa a los accionistas del detalle de estas jubilaciones millonarias y de lo que cuestan a la empresa? Porque así, a ojo de buen cubero, con lo que va a cobrar el banquero cesante, se podría pagar el sueldo anual a dos mil o tres mil empleados, esos que con tanta facilidad prejubilan o acaban en algún ERE; también se podrían pagar, con esa cantidad, doscientas veinte mil mensualidades de cuatrocientos euros a los parados, de esas que han suprimido los últimos recortes. ¿No deberían investigar estas prácticas, o bien el banco de España o bien algún defensor del accionista? Los políticos es más difícil que lo hagan; bastante tienen con mantener a esos veinte mil asesores, que les calculan los medios de comunicación, y con demonizar a los que protestan.
Al final hemos de dar por buena la letrilla de Góngora, que dice:
“Porque en una aldea
un pobre muchacho
hurtó sólo un huevo,
al sol bambolea,
y otro se pasea
con cien mil delitos.
Cuando pitos, flautas,
cuando flautas, pitos.”
“ALONSO CHÁVARRI”