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La plazuela perdida

LOS BANCOS, ¿ SERVICIO PÚBLICO?

 

         La opinión sobre la banca está dividida: ellos dicen que son un servicio público, mientras los demás pensamos que se sirven del público, de forma descarada. Antes, a los bancos les iba muy bien; eran los tiempos en que se limitaban a una línea clara de negocio: prestar dos puntos por encima de lo que pagaban por los depósitos. Los banqueros eran rigurosos con su trabajo y los empleados cobraban muy bien. Luego, llegaron los nuevos expertos, formados en exclusivas escuelas de negocios en el extranjero, con ideas revolucionarias, desde inventar continuamente cestas de productos financieros, que el inversor normal no podía entender –que si revalorización media mensual del IBEX, con fórmulas matemáticas descabelladas, que si preferentes, que si… -, hasta vender cestas de productos no financieros: jamones, salchichones, televisores, ordenadores, vino, pisos, vajillas, cazuelas…. Y digo yo: ¿qué pinta un banco vendiendo jamón ibérico o sartenes? ¿No será eso competencia desleal o, cuando menos, meterse donde nadie les llama? Se mire como se mire, que un banco venda ollas exprés o chorizos es, en román paladino, “hacer un pan como unas hostias”. Lo peor es que las cuentas de resultados, las auténticas, se vinieron abajo, a pesar de los brillantes ideólogos y sus jubilaciones blindadas, o quizá precisamente por eso; y para compensar su inutilidad empresarial, y la de los políticos y sindicalistas que se apuntaron en algunos consejos de administración, además de los rescates europeos, pusieron en marcha lo que podríamos llamar “el ordeño al cliente”. Así, en vez de dar buenos intereses por los depósitos, cobran comisiones de mantenimiento de cuentas; cobran por las tarjetas, que antes eran gratis; cobran por hacer transferencias y ponen pegas para pagos en metálico, que no llevan comisión, pues sólo se pueden hacer cuatro horas por semana; te pueden cobrar por abrir o cerrar cuentas, por sacar dinero e, incluso, por ingresar; o por domiciliar pagos que no se pueden hacer de otra manera; por pedir papeles para herencias… en fin, el cliente es, para los bancos, una vaca lechera a la que hay que ordeñar todo lo que se pueda. Llegará el día, si les dejan, en que cobrarán por entrar al banco o por respirar en él. Y hemos llegado al quid de la cuestión: ¿por qué les dejan? ¿Por qué les dejan cambiar las condiciones a su antojo? Por ejemplo, una cuenta que es gratuita, de repente paga comisión de mantenimiento, porque han cambiado las condiciones. Y el Banco de España brindando al sol y diciendo “la ley se lo permite”, como única explicación, si le consultas. ¿Por qué los legisladores permiten todo esto a los bancos? Mejor no saberlo, pero la imaginación es libre: ¿Tendrá que ver el que compran deuda pública? ¿Tendrán que ver los préstamos electorales y su forma de devolución, si la hay? Ahora, eso sí, lo de que son un servicio público… JA, JA. Más bien parecen una ordeñadora. Mecánica.

                                                                        “ALONSO CHÁVARRI”

 

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Por Jesús Miguel ALONSO CHÁVARRI

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