Le llamaban Trabuco y era un macho de mulas con trazas de burreño; manso, tranquilo y poco dado a hacerse notar, le gustaba pasar desapercibido. No era un animal de algodón, como aquel Platero de Juan Ramón, ni sus ojos eran de azabache, al contrario, su pelo era basto, costaba marcarle la raya […]