Mi primo Gualberto no quiere votar. Cuando oye a algún candidato decir que es muy importante el voto en las europeas, dice que sí, que es importante para el sueldo de quien habla, pero a él que no le esperen. Y es que Gualberto está indignado. Todo empezó con su declaración de la renta, que se empeñó en hacérsela él mismo. Yo le dije que si estaba loco, que le podía dar algo, que no sabía en qué berenjenal se metía, pero él, erre que erre, que para qué le servían sus dos carreras universitarias si no era capaz de hacer su declaración. Y se puso. Todo lo complicó un fondo de pensiones que había vendido; él se confió porque estaba exento en un 40%, pero cuando le salió a pagar 5000€ se transformó en un basilisco: que si los fondos de pensiones son un timo, que si sólo valen para que ganen dinero los bancos y Hacienda, que si… Mejor no cuento lo que dijo. Ante el disparate de dinero que le salía a pagar, decidió hacer la declaración conjunta con su mujer, y ahí se lió la cosa, porque el programa Padre no lo pudo bajar, a pesar de haber sido, Gualberto, profesor de informática durante veinte años; entraba en un bucle indefinido y nunca acababa de cargarlo. Así que, después de echar pestes sobre Hacienda y sobre la puñetera madre de la informática, decidió resignarse a no hacer él mismo su declaración y solicitar una cita previa. Su sorpresa llegó cuando el ordenador le contestó que no podía darle cita, porque se pasaba de base imponible, con motivo de las ventas del pan de pensiones, y le recomendaba buscarse un asesor. Entonces estalló: que por qué tenía que tributar a Hacienda por el plan de pensiones más de lo que le desgravó en su momento, que vaya timo, que es lo de siempre, que si los que tienen poco pagan por los que tienen mucho, etc., etc.; y acabó diciendo que les iba a votar… Mejor no digo lo que dijo. Yo intenté calmarlo, le dije -en qué momento- que Hacienda somos todos y casi me come. Empezó con que habían dejado en el paro a medio país, con que se habían cargado a la clase media, con que financieros y políticos…; sí, mejor sigo sin contar lo que dijo. Lo que dejó bien claro es que no iba a votar. Estaba ciego de ira, aunque Gualberto es un hombre sereno y poco vengativo, y no razonaba. Yo intenté hacerle ver que en política, como en botica, hay de todo y que no podía generalizar, que qué culpa tenían las elecciones europeas de su declaración de la renta, entonces me miro con cara de conmiseración, me llamó ingenuo y siguió, dale que dale, con que la culpa de todo es del pepesoe, con que son todos iguales, con que sólo buscan su beneficio, con que no hay más que ver la corrupción, con que nadie tiene interés en tirar de la manta en su propio partido, con que a él no le toman más el pelo, con que… Yo intenté hacerle entrar en razón, convencerle de que era importante votar, que era un derecho democrático, que, si no le gustaban unos, podía votar a otros, que para eso estaban los distintos partidos, pero sólo conseguí que acabara con una frase lapidaria: que se voten ellos.
“ALONSO CHÁVARRI”