Cuando ya respirábamos tranquilos, porque parecía que la central nuclear “Santa María de Garoña” se cerraba definitivamente, la propiedad   –o sea esos que nos han subido un riñón la energía eléctrica, sin consideraciones por la crisis, los mismos que nos facturaban “a ojo”, para no tener que mirar tanto el contador, o los que han hecho de la factura un guirigay, que no hay quien lo entienda- decide solicitar una prórroga de funcionamiento. Esta central de Garoña ha funcionado, más o menos, el doble del tiempo para el que fue diseñada, pero el Gobierno da la impresión de estar deseando satisfacer a los propietarios, más que cerrar la central, aunque se escude en los informes del Consejo de Seguridad Nuclear. Yo, sinceramente, no me fío del Gobierno ni del Consejo de Seguridad Nuclear, y creo que Garoña debería haber cerrado definitivamente hace tiempo. No me fío del Gobierno porque nos ha mentido demasiado y porque, cuando se trata de este tipo de grandes empresas, exministros y expresidentes suelen acabar, reiteradamente, en sus consejos de administración. De los consejos de seguridad nuclear, podemos preguntar, si se fían, a los ciudadanos japoneses de Fukushima, a los ucranianos de Chernobil o a otros muchos. En ambientes ecologistas, se llama a la central nuclear de santa María de Garoña “la central de las mil y una grietas”, pero eso no parece preocupar a ninguno de los que tienen que decidir sobre su funcionamiento, como tampoco parece preocuparles el aspecto que presentan, en las fotografías, los cuadros de mandos y control de la central, que, de puro obsoletos, parecen sacados de alguna serie cómica de televisión de los años sesenta, como “Los invasores” o “El superagente86”. De la propiedad me fío menos aún, porque este paripé, de querer cerrarla, da la impresión de haber sido una argucia para rebajar los costes en las reparaciones necesarias para su reapertura, y eso sí que da miedo en la central más antigua de España y que lleva camino de ser la más antigua de Europa, si la sensatez no lo remedia.

         A mí me extraña el reiterado silencio de los políticos riojanos, ante este asunto que tanto intranquiliza a los ciudadanos de la comunidad riojana. ¿Alguien se ha preguntado qué pasaría con la central de Garoña, si hubiera un terremoto en la zona? No olvidemos –eso nos han dicho siempre- que el valle del Ebro es una zona que puede tener actividad sísmica. Yo dormiría mucho mejor si esa viejísima central nuclear fuera cerrada definitivamente; y no me van a convencer de que no hay peligro en prorrogar su vida útil, tampoco lo había en Chernobil ni en Fukushima. Por cierto, sería conveniente que se dijera, en caso de reapertura de la central, quiénes serían los responsables, es decir quiénes deberían ir a la cárcel en caso de accidente. Para que no se diluyesen responsabilidades. Estaría todo mucho más claro.

                                                                “ALONSO CHÁVARRI”