Mi perro Gordito es de color canela, no está gordo –ya se sabe que “Tarde o temprano no hay animal que no se parezca al amo”– y ladra a todo lo que se mueve y a lo que no se mueve, aunque no muerde nunca. Esto de amagar, pero no dar, no es exclusivo de mi perro Gordito, sino que está muy extendido en el mundo, sobre todo como una forma de amenaza que suele quedarse en agua de borrajas. Así, hemos visto cómo Pujol –la pela es la pela y Cataluña la disculpa- ha amenazado con demandar a la banca andorrana, porque algún empleado aireó, según parece, los números cardinales de sus cuentas –los numerales y ordinales no se saben y dudo que se acaben sabiendo-; también el ministro de Hacienda, el señor Montoro, ha dicho que va a demandar a Pujol, porque parece que aprecia indicios de delitos. ¿Se atreverán, realmente, a dar o se conformarán con amagar, como mi perro Gordito? Al ciudadano de a pie, a quien ya no le extraña casi nada, no le cuadra que el defraudador vaya a demandar al banco, aunque es bien sabido que el mundo de los tribunales suele estar más sujeto a los artículos de la ley que a la realidad de la calle, por eso a los ciudadanos les gustaría que todos los casos de corrupción fueran juzgados por tribunales populares, aunque sus representantes parece que prefieren los aforamientos. Claro que la opinión de los ciudadanos raramente cuenta, sólo en las elecciones, y aunque piensen que ningún condenado por corrupción deba salir de la cárcel, hasta que devuelva lo defraudado, ¿alguien tiene la más mínima duda de que esto jamás será convertido en ley? Y es que resulta sangrante que los grandes corruptos y defraudadores de la reciente historia de España, entre los que hay de todos los colores, suelen pasarse muchos años en espera de juicio; después, si no ha prescrito su delito o no han sido indultados, suelen ser condenados por los tribunales, pero rara vez vuelven a las arcas públicas los dineros afanados y, al cabo del tiempo, más bien poco, los ladrones, que no siempre son gente honrada, vuelven a estar en libertad, disfrutando del dinero distraído. Ahora, con el caso Pujol –la pela es la pela y Cataluña la disculpa-, pues el caso Bárcenas y otros ya son viejos, vuelven a surgir los comentarios y dudas habituales sobre las famosas comisiones por obras y servicios públicos. ¿Se sabrá alguna vez quienes han pagado o cobrado comisiones ilegales? Aunque muchos ciudadanos lo que preguntarían es: ¿En alguna ciudad de cierta importancia, no se han pagado y cobrado comisiones ilegales? Sí, se suele amagar mucho con estas cuestiones, pero dar, lo que se dice dar, más bien poco. Como mi perro Gordito, que es de color canela, no está gordo y ladra a todo lo que mueve y a lo que no se mueve; eso sí, nunca muerde.
“ALONSO CHÁVARRI”