Tenemos la sensación, cada vez más, de que el mundo está gobernado por políticos mediocres, aunque, quizá, la voz “mediocre” no sea la más indicada para reflejar cómo son los políticos que gobiernan la tierra. Probablemente, casi siempre, estos viejos políticos han sido nefastos para la humanidad, a tenor de los conflictos a los que el viejo y el nuevo mundo se han visto abocados, pero ahora tenemos más conciencia de que no hacen bien su trabajo. El espectáculo de la crisis griega, en el que parece que todo se reduce a ver quién queda encima de quién, ahonda más la sensación de que los políticos europeos no hacen bien su trabajo, que parece estar mediatizado por cuestiones económicas que les importan más que la paz social, como bien ha señalado el Papa en su encíclica “Laudato si”, de tan escasa repercusión en los medios, en comparación con anteriores encíclicas; pero donde más se nota la “mediocridad” y la falta de miras, de los políticos, es en la crisis ucraniana, que nos ha llevado a una inesperada “guerra fría”, además de la caliente, que no han sabido o querido atajar, en la que los dos antiguos bloques comienzan a rearmarse, como si no pudiese encontrarse una solución pacífica.
El problema que van a tener, estos políticos mediocres, es que la población ya no traga; ya no cuela eso de que los otros son muy malos y Dios está de nuestro lado -entre otras cosas porque Dios, que antes, y no sé si ahora, hablaba por boca del Papa, cuando lo hacía ex-cátedra, parece que no piensa lo mismo, aunque, extrañamente, da la sensación de que algún medio de comunicación de la Iglesia española no está muy de acuerdo con la encíclica papal, a tenor de la línea editorial que sigue, más acorde con los intereses políticos y económicos de siempre, que con la doctrina social de la Iglesia y de Bergoglio-. Algunos republicanos americanos ya se han apresurado a tachar al Papa de “comunista”, como si estuviéramos en la época de Mc.Carthy y su caza de brujas, pero eso ya no sirve y la ciudadanía exige que se resuelvan los problemas del mundo de forma rápida, pacífica y solidaria y, a ser posible, dejando de lado a trilaterales, fondos monetarios y cuarenta principales de turno.
Siempre me he preguntado qué ocurriría si, en estos tiempos, apareciese Jesucristo con un partido político, cuyo programa electoral fuera su doctrina. Sería interesante poderlo saber, pero, probablemente y metafóricamente hablando,acabaría crucificado, por antisistema. Aquello de “toma lo que tengas y dáselo a los pobres”, me temo que no iba a ser muy bien recibido. Sobre todo por los que tienen difícil entrar en el Reino. Más que el que un camello pase por el ojo de la aguja. Que mandan mucho. Demasiado.
“ALONSO CHÁVARRI”