Parece que nada es ya lo que era, ni siquiera el penado o deseado, según las circunstancias, amor. Aparte de lo que pueda tener de cierta la conocida teoría de que “el amor es una enajenación mental transitoria”, siempre habíamos pensado que el proceso de la iniciación amorosa era un camino sencillo y bastante simple: chico conoce a chica, se miran a los ojos, surge un indefinible, que nunca ha interesado mucho saber qué es, y llegan al enamoramiento. Sí, todo muy sencillo y repetido. Eso creíamos, porque ahora han llegado mis colegas matemáticos, diciendo que los sentimientos amorosos se rigen por reglas matemáticas y que hay patrones, incluso reducibles a ecuaciones, para encontrar pareja o para que la pareja dure; eso dice la profesora e investigadora Hannah Fry, que acaba de publicar el sorprendente libro “Las matemáticas del amor”.
Nunca imaginé, en mis tiempos de estudiante de Matemáticas en la Universidad Complutense, que aquella, entonces, innovadora y extraña asignatura de nombre “Teoría de Juegos” iba a servir para predecir las posibilidades de éxito, en las primeras citas de una relación amorosa, y para pergeñar estrategias que lleven a buen fin la conquista. Esto me ha recordado a Paquito Pallarés, un amigo que estudiaba Ingeniería de Caminos y con una de las cabezas mejor amuebladas que he conocido, excepto por la obsesión, que tenía, de intentar conquistar a las mujeres, siguiendo teorías de su invención, en las que analizaba, al detalle, la estrategia a seguir y las características de la chica. He de decir que nunca tuvo éxito, durante el tiempo en que lo traté, pero no porque su teoría fuera buena o mala, sino porque Paquito siempre intentaba seducir a mujeres espectaculares, sin reparar en que él era bajito, rellenito, sin mucho dinero y se parecía bastante a Woody Allen. Las últimas noticias que tuve de Paquito Pallarés es que era feliz, casado con su secretaria, y que dedicaba su tiempo libre a intentar poner en práctica una disparatada teoría sobre el motor de vino.
Ahora parece que los matemáticos quieren optimizar la elección sexual, en reuniones o fiestas que vengan al caso, con su Teoría de la Elección Discreta, que no tiene nada que ver con que el conquistador o su posible elección sean personas de una discreción absoluta, sino que la que es discreta es la variable, supongo que aleatoria. Puede ser que los matemáticos tengan un fondo de razón, que las endorfinas que propician el amor sigan leyes predecibles -también hay quien dice que el amor solamente es el ascenso de una anfetamina-, sin embargo, estoy más de acuerdo con Antonio Machado, cuando define:
“Todo amor es fantasía;
él inventa el año, el día,
la hora y su melodía(…)”
Y con las dudas de Luis Cernuda en su poema “No intentemos el amor nunca”:
“(…)Bajo cielos con sombra,
Como la sombra misma,
Como la sombra siempre(…)”
“ALONSO CHÁVARRI”