¡Mi amigo Alazano tiene cada cosa! Dice que, en el Ayuntamiento de Logroño, muchos se han convertido al Islam. Yo le digo que no, que, hoy en día, cambiar de religión no tiene mucho sentido, pero él, testarrón, dice que sí, que es la única explicación al calendario del Ayuntamiento.
Alazano es un personaje curioso. Su apodo le viene de la niñez, cuando el maestro preguntó: “¿Quién sabe una poesía?”, y él levantó la mano y recitó la quintilla de Fernández de Moratín: “Sobre un caballo alazano / cubierto de galas y oro / demanda licencia ufano / para alancear un toro / un caballero cristiano”. Nunca dijo cómo aprendió el poema, pero se quedó con el mote de Alazano para siempre.
Alazano siempre ha sido de izquierdas. Sentía devoción por Felipe González y por Alfonso Guerra, pero ahora está confundido. Dice con preocupación: “Es que yo soy de iglesia y voy a misa; ahora los socialistas, los míos, han quitado algunas festividades cristianas y han puesto otras musulmanas. ¡Tiene que ser una conversión!” Yo le intento hacer ver su desatino, que ahora no se convierte nadie, que el Gobierno sigue pagando a
Alazano era sobrino de Sacris, el Apagavelas, y siempre, desde niño, andaba por la iglesia: tocaba el campanillo, apagaba los velones, hacía de monaguillo, preparaba las andas para las procesiones y, lo que más le gustaba, traía musgo para adornar el belén. Por eso no entiende que los suyos hayan sustituido la festividad de Los Reyes Magos por el Día de
“ALONSO CHÁVARRI”